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Resulta difícil evocar sin nostalgia los días más felices asociados a la infancia, que no eran otros que aquellos en los que soltabas la mochila del cole y empezaban las vacaciones de verano. Playa, montaña o piscina en la ciudad… Daba igual. Importantes eran otras cosas, como andar todo el día descalzo, no salir del agua ni bajo amenaza de corte de digestión, jugar con los amigos incluso en la hora de la siesta y la libertad de los días sin deberes. Con la "nueva normalidad", no recuperaremos solo el gusto por esos pequeños placeres infantiles después del confinamiento, otros ítems de veranos pasados pisarán con fuerza los viajes estivales de este año.
La noche entera sin dormir, cotorreando sin parar con los hermanos, hasta que cuando por fin empezabas a conciliar el sueño, te levantaba tu madre para subirte al coche y empezar las vacaciones en familia. Entonces se salía de casa antes que el sol, el aire acondicionado en la mayoría de los coches eran simplemente las ventanillas bajadas; se montaba toda la familia en el coche, aunque fueran más de cinco miembros; el uso del cinturón no era obligatorio; y un viaje a Valencia desde Madrid podía durar más de siete horas. Afortunadamente, algo hemos cambiado.
Aunque este año, muchos serán los que aparquen los traslados en avión, tren o autobús para evitar aglomeraciones, el automóvil está acondicionado para transformar nuestro viaje por carretera en una experiencia completamente diferente a la de antaño. Ahora podemos alargar el trayecto simplemente por el placer de perdernos en carreteras secundarias y no porque el coche no daba más de sí; conocer esas vías poco transitadas como parte de la odisea y no por falta de autovías y autopistas. En fin, la emoción de siempre de vivir la aventura, de irse de vacaciones, la misma que en aquellos años, pero con los avances de ahora.
Viajar tumbado en la cama o sentado jugando a las cartas solo era posible en una furgoneta (o una autocaravana, quien tuviera la suerte de tenerla, claro). Aunque la furgo perdió fuelle en los años 90, cuando se convirtió en un vehículo casi exclusivo de hippies y surferos, ha remontado con fuerza en la última década. Pero, ojo, ir de un lado para otro con la casa cuestas es un modo de vida que cambia totalmente el concepto de viajar. No se trata de ahorrar en alojamiento, probablemente sea más caro, si no de tenerlo donde quieras y cuando lo desees. ¿Te imaginas amaneciendo al lado de la playa o en medio de las montañas y disfrutarlo simplemente bajando la ventanilla? Solo necesitas aparcarla y ya tienes tu casa. En medio de cualquier lugar, lejos de todo y de todos. Para este verano, si vas a alquilar, recuerda que el tamaño dependerá de si buscas un nidito de amor para dos o un hogar seguro para toda la prole.
No sé si recuerdas como de camino al pueblo o la playa, allá donde fuéramos, era obligatorio realizar varias paradas en esos viajes eternos. Primero, para dar un descanso al calentón del coche; y segundo, para que nuestros progenitores tuvieran un descanso al aburrimiento de oír cada pocos kilómetros la matraca del "¿ya llegamos?" o el "¿falta mucho?". Filetes empanados, tortilla española, ensaladilla rusa o gazpacho eran los clásicos de la nevera portátil.
Este año, peses a la reapertura de muchos restaurantes, intuimos que volveremos a aprovechar los merenderos y los pícnics. Te damos una buena noticia si eres de los nostálgicos que se sumarán a esta costumbre vintage. Nuestra experta, Rosa Tovar, te da ideas para preparar unos menús ideales para los viajes en coche, para lucirte con tu propia comilona en el parque, en la playa o en la ciudad, o unos bocatas perfectos para reponer fuerzas estés donde estés y hagas lo que hagas. Y si pasas de cocinar, no olvides que esta "nueva normalidad" ha traído consigo un desarrollado mundo de comida a domicilio que merece la pena probar.
Era aparcar en el camping, empezar a bajar el equipaje del coche, los niños queriendo salir corriendo a la playa o a la piscina con el bañador y el flotador puesto 100 kilómetros antes de llegar y la madre gritando que lo primero era ayudar a montar la tienda de campaña. ¿Irrepetible? En los meses venideros, buscaremos naturaleza y mucho espacio entre unos y otros. Nada como esos vecinos de parcela o de bungalow que hacen del camping una opción estupenda.
Entre tiendas de campañas, podremos recuperar el movimiento lánguido del atardecer, las luces del camping gas o esas veladas en las que montabas la mesa plegable con sus sillas para cenar bajo las estrellas escuchando a los grillos mientras dejabas pasar las horas frescas de la noche. Las casas rurales competirán con estos alojamientos, pero sin ese toque vintage de los veranos pasados.
Aquel que acuñó por primera vez la frase "quien tiene pueblo, tiene un tesoro" fue un auténtico visionario. Cuando los viajes al extranjero se plantean, de momento, como una posibilidad de ciencia ficción, tener un pueblo mejorará las vacaciones de más de una familia. Si siempre fue maravilloso regresar para visitar a los abuelos, los tíos y los primos, reencontrarse con los amigos de siempre y visitar a la vecina que te daba verduras de su huerto; en cuanto se permitan los viajes entre provincias y/o comunidades, coger carretera y manta dirección a esa España vaciada va a saber a gloria bendita.
Ya estamos fantaseando con volver a pasar los atardeceres sentados al relente con las vecinas a la puerta de casa cotilleando sobre los últimos chismes; salir por las noches a comer pipas a la plaza con los amigos; pedir millones de deseos hasta bien entrada la madrugada con una lluvia de estrellas o pasear a pie o en bici por los caminos que se alejan del centro y que no parecen llevar a ninguna parte. Pequeños-grandes planes, que espero que puedan suplir de alguna manera las ausencias de las fiestas estivales de los pueblos.
Románticos y divertidos, los cines de verano se crearon para hacernos felices. Lejos de las miradas de hermanos mayores o padres censores, en la parte de atrás se oía siempre algún beso furtivo; en el resto, si ibas con los amigos, se alzaban las risas y las voces de los que comentaba la peli en voz alta mientras te comías tanto unas palomitas como un bocata.
La nostalgia será ahora recogida por los autocines, que regresan no solo para proyectar películas sino como una buenísima alternativa para celebrar conciertos, y donde, además, sentadito en tu coche evitarás el dolor de posaderas que te dejaban aquellas sillas de plástico del cine de verano.
Atrás quedaron las películas que reflejaban tan bien nuestro turismo de los 60-70, como Amor a la española, con Alfredo Landa y José Luis López Vázquez; o aquellas rubias de cuerpos esculturales al estilo Anita Ekberg o los bikinis de Ursula Andress. Sin embargo, estas películas siguen arrancándonos –y solo eso– alguna sonrisa al evocarlas, porque nada queda de aquellas playas ni de aquellos españoles. Este verano, con las restricciones para volar, dará paso al producto nacional, eso sí, con los bikinis más estrechos o en topless sin complejos.
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