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Ángel León (‘Aponiente’; 3 Soles Guía Repsol), Pepe Solla (‘Casa Solla’; 3 Soles Guía Repsol), Javier Olleros (‘Culler de Pau’; 3 Soles Guía Repsol), Lucía Freitas (‘A Tafona’; 2 Soles Guía Repsol), Iñaki Bretal (‘Eirado da Leña’; 1 Sol Guía Repsol), Alberto González (‘Silabario’; 1 Sol Guía Repsol). Todos han confiado en ella. Forman parte de una lista extensa de cocineros que han incorporado a sus restaurantes vajillas salidas de su taller del rural de Vigo y, con la firma ‘Witchneeds’ marcada en sus piezas, les ayudan a redondear sus creaciones, imprimiéndoles, si cabe, más alma y significado
La cerámica siempre ha estado ahí para Ana Tenorio. Desde muy pequeña, en la casa de campo que tenía su familia, empezó a moldear barro que ella misma recogía en la naturaleza. Con el tiempo haría de esta pasión, profesión, no sin antes formarse y experimentar como una artista multidisciplinar. Desde 2015 utiliza este material para plasmar sus ideas y su alma.
El propio nombre con el que ha bautizado su marca, ‘Witchneeds’, recoge, en inglés, la “necesidad de magia” que tiene esta ceramista, que busca crear y encontrar piezas que recojan su propia alma y remuevan el interior de las personas a las que llega. Y también supone una alusión a la magia en cuanto a que fusiona los mismos cuatro elementos que su cerámica: el agua y la tierra con las que crea sus piezas, el aire que las seca y el fuego que las cuece. El fuego es “la clave de todo el proceso de alquimia” y ella utiliza altas temperaturas para lograr su magia particular.
Esa magia solo puede proceder de su propio amor por la naturaleza y por la gastronomía. “Yo no soy chef, aunque me gusta cocinar”, nos confiesa. Y de su búsqueda incansable de significado de la vida, de una existencia en la que “comer es un placer" y cocinar, una forma de expresarse. “Aunque yo no hago la comida, soy parte del proceso de creación. Es creación más creación”, creación al cuadrado, le gusta pensar.
Su espíritu artístico la llevó a estudiar Bellas Artes, pero, entonces, en su facultad, Pontevedra, no existía la especialidad en cerámica, sino que esta disciplina se usaba solo como apoyo a otras. Optó por la pintura y luego caminaría por la videocreación, la imagen gráfica, el diseño textil o la escultura, convirtiéndose en una artista multidisciplinar capaz de manejar distintos lenguajes para contar, transmitir lo que hay en su interior y lo que le inspira la naturaleza.
Enriquecida con todas esas disciplinas, cuando ya sus hijos crecieron y empezaron a demandar menos atención, recuperó aquel sueño de la escultura que ahora vive cada día en su taller. En 2015 se mudaron a su vivienda actual en la zona de Marcosende, en el rural de Vigo, y con el tiempo su garaje acabó dando paso a su taller y su sueño.
En 2016, ideó su primera colección, Outside, que fusiona pintura y cerámica, acercando el objeto artístico hacia una dimensión más cotidiana, “para vivir el día a día de una forma auténtica”. Pero si hay un año clave en su trayectoria, es 2018. Fue “superimportante”, pues su trabajo O bosque interior le valió el premio Artesanía de Galicia e hizo su primer trabajo para un cocinero, Pepe Solla.
Solla la llamó tras conocer su primera colección y fue la puerta a una nueva etapa en la que viste las mesas de los mejores chefs. Irrumpió en el mundo de la gastronomía a través de su colección Estratos, un viaje hacia la esencia misma de la cerámica. Aquel primer juego de agua que sigue años después en ‘Casa Solla’ con su cerámica pura, pintada al natural, inspirada en la naturaleza y en sus propios orígenes, es el inicio y el resumen de su proyecto actual.
Todo está hecho a mano, a ritmo lento, sin procesos industriales. Cada pieza es única, hecha sin torno ni moldes, solo con sus manos, las herramientas que cubren sus mesas de trabajo y sus hornos. Y detrás de cada una está el alma de Ana Tenorio y también la del chef que se apoya en ella para completar su creación.
Sus piezas son resultado de un diálogo entre la artista y el cocinero desde antes incluso de empezar a esculpirla. Una comunicación intensa que luego se mantiene durante todo el proceso de creación y cuya evolución es imposible de prever. “Yo no corrijo, fluyo, lo que sale, sale”, matiza.
Cuando se pone ante una pieza, trabaja “con conceptos, con ideas”, que siempre tiene un significado para ella, tanto por su diseño como por los materiales que utiliza. Llega a trabajar con su propia pasta, con cerámica de kilómetro cero, trabajando el proceso de la cerámica desde su origen, plasmando en sus piezas su propios procesos interiores, expresándose a través de ellas.
Su evolución y sus nueve colecciones se pueden observar cubriendo las paredes de su taller, una gran variedad de formas, de texturas y de colores en las que, pese a todo, siempre se ve a sí misma. “Veo variedad, pero me identifico con todas ellas. Me siento en todas ellas”, confiesa, pues son resultado de su propia exploración.
Sin embargo, aunque en estanterías y muebles se guardan ejemplares de todos sus diseños, es en las mesas de los restaurantes que ayuda a vestir donde cobran su máximo significado. Cuando el cocinero o el jefe de sala elige una de sus piezas, las está llenando de vida y Ana disfruta mucho cuando puede ver esa nueva existencia, presenciar las historias que ayudan a contar sus platos, sus vasos o sus cucharas.
Le gusta “hacer seguimiento de las piezas”, pues forman parte de ella misma, va a los restaurantes a verlas y “le pregunto cómo se portan”. Verlas en esta nueva vida es “una gozada”, porque “las ves brillar, es para lo que fueron creadas”. A ella misma le parece “un lujo” disfrutar de la cocina de autor de los chefs que confían en ella y ver que sus piezas la acompañan, les da “sentido”, pues están “viviendo la vida que les di”.
Su trabajo, que en la actualidad está enfocado al 95 % a la gastronomía, pero guardando siempre un pequeño hueco para artesanías por encargo personal, tiene mucho de autodidacta. En especial en el trabajo con las pastas, para saciar esa necesidad por la cerámica que “llevo desde siempre dentro”. Y tiene también mucho del lugar en el que vive y en el que crea.
En su entorno más cercano se ubica el embalse de Zamáns, la rodean naturaleza agreste, bosques autóctonos, la imponente Serra do Galiñeiro que acompaña las vistas desde su cada día, molinos únicos de gran riqueza patrimonial y, nada más poner un pie fuera de su estudio, un jardín que, al igual que sus piezas, refleja su propia personalidad.
Insiste en que “la naturaleza es mi inspiración” y, para imbuirla de creatividad, tiene ocho arces japoneses, un jardín agreste y precioso, como “un pequeño bosque” que cuida junto con su marido, lleno de abedules, tejos, avellanos, hortensias trepadoras, Photinias y el sonido de los pájaros. No resulta difícil confirmar que “aquí tengo las ideas”, como ella misma reconoce mientras presume de cultivos.
Y es que “aquí nació mi bosque interior”, reconoce, en alusión a la colección que le valió su primer reconocimiento. Un juego de café que resume el espíritu de un proyecto que es como adentrarse en el bosque, evocarlo y buscar -y encontrar también- un espacio de reflexión en el que tomar conciencia del valor de la naturaleza y de la necesidad de preservarla.
Con este bosque, tal y como ella misma explica, “pretende crear un paisaje que predisponga a la inmersión en el bosque, a regresar a esa zona interior donde reinan el silencio y la conciencia”. Y crea magia desde la naturaleza, sumergiéndose en ella e imprimiendo esencia a cada plato para que luego transmita todo lo especial que quiera contar el chef. Crea objetos singulares que le ponen valor al propio momento de degustar los platos, que embellece esa vivencia y la hace única.
‘WITCHNEEDS’ - Estrada Marcosende, 164. Vigo, Pontevedra. Tel. 680 96 73 60.
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