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Hubo un tiempo que en el centro de Madrid había un cruceiro gallego. Enclavado en la plaza de Benavente, a dos pasos del kilómetro cero de la Puerta del Sol y a los pies de la sede de la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago, la mayoría de los peregrinos que emprendían el ramal de la Vía Láctea que se inicia en la capital de España comenzaban con una oración a los pies del monumento.
Desde 2018 el cruceiro ya no está. Sucedió el 6 de noviembre de aquel año, a plena luz del día, las 12:30 horas del mediodía, en un acto digno de la más excelsa borrachera. Un individuo, al parecer músico callejero, saltó la verja que entonces le protegía, y se encaramó a lo alto del monumento. Hacerse un selfie, un acto vandálico, una gamberrada… sus intenciones nunca se aclararon. El caso es que su peso hizo el resto. La piedra de granito quebró y quedó hecha añicos esparcidos por el suelo.
El monumento fue un regalo que en 1982 la escuela de canteros de Pontevedra hizo al Centro Gallego de Madrid, cuya sede está en la misma plaza. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se apresuró a lanzar un tuit lamentando el suceso. Por su parte, el hoy presidente del PP y entonces presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, hizo lo propio, asegurando que “Galicia volverá a regalar a Madrid un nuevo símbolo de nuestra cohesión”.
Han pasado tres años y siete meses desde entonces y donde se erigía el esbelto monumento religioso solo queda su peana, desapercibida, pintarrajeada con tag y asediada por las mesas de la terraza de un bar, los altares de la nueva religión pospandémica que poco tiene que ver con la fe compostelana que remarcaba el cruceiro. Han transcurrido 43 meses y se ha perdido la ocasión de reparar el destrozo aprovechando la efeméride tan señalada como el Año Santo que vivimos.
Los turistas que visitan la plaza desconocen estos hechos y lo que queda del crucero les pasa desapercibido. Para ellos tienen más interés pillar una mesa libre y comprar un anodino recuerdo en alguna de las tiendas de souvenirs del lugar.
Lo habitual de las rutas que llevan a Compostela es que transiten por caminos, pistas y senderos de la naturaleza. Sus referencias, sobre todo, son del mundo rural y campestre. El ramal madrileño tiene, sin embargo, un importante componente urbano en su primera parte. Cruza la capital desde el Madrid de los Austrias y, tras pasar por populares barriadas, sale de la ciudad por los modernos barrios crecidos en el extrarradio. El tránsito de la urbe es una tirada no demasiado prolongada, pero en la que abundan referencias del Apóstol y la Vía Láctea.
La iglesia de Santiago es el punto habitual para iniciar el camino. El nombre canónico del templo es iglesia de Santiago y San Juan Bautista de Madrid. De medianas dimensiones, abre su puerta principal a la calle de Santiago, a tiro de piedra del Palacio Real y de la Catedral de la Almudena. Heredera de dos de las más antiguas parroquias capitalinas, derruidas por orden de José Bonaparte para efectuar el ensanche de la Plaza de Oriente, la iglesia actual se erigió según proyecto neoclasicista del arquitecto Juan Antonio Cuervo. La advocación principal de este templo queda reseñada en su portada, en la que destaca el friso de la batalla de Clavijo, donde se acuñó el milagro de Santiago Matamoros patrón de España, así como sendas cruces de la Orden de Santiago.
En el interior tiene absoluto protagonismo una pintura monumental de Francisco Rizi que repite el hecho. Situada sobre el altar mayor, está catalogada entre las más señeras del pintor barroco. Representa a Santiago en dicha batalla contra los árabes. Preside una interesante colección de pinturas, con obras de Juan Carreño de Miranda y Francisco Bellver, entre otros. Del mismo modo, destaca una imagen de Santiago Apóstol peregrino, a la derecha del altar mayor. La sacristía es lugar donde sellar la credencial del peregrino para aquellos que no lo hayan hecho en la sede de la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Madrid de la plaza Benavente.
En el lateral de la fachada del templo, un inconfundible medallón aparece clavado en el suelo de la esquina con la calle Santa Clara. Grabado con las señales de la Vía Láctea, es el primero de la larga fila que marca el rumbo por las calles de la ciudad. Santa Clara abajo, conviene parar ante el nº 3. Una historiada placa a la altura del segundo piso da cuenta que aquí se suicidó Mariano José de Larra el 13 de febrero de 1837.
El convento de las Comendadoras de Santiago el Mayor es punto clave del camino. En especial su iglesia, joya del siglo XVII que acoge un cuadro de Lucas Jordán, que representa al santo en la citada batalla de Clavijo. Las actuales obras de restauración lo mantienen cerrado. La imposibilidad de su visita hace recomendable una variante que, tras el rastro de Santiago en la capital, lleva al Museo del Prado.
Esta ruta va a permitir recorrer los lugares más emblemáticos del centro de Madrid, como la Plaza Mayor, la calle de Cuchilleros y la Cava de San Miguel con sus casas tumbadas y la Puerta del Sol. También las visitas a centros e instituciones de interés como la Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Museo del Prado, en cuyas colecciones hay numerosas referencias del apóstol Santiago. De paso, es la mejor zona para coger energías y darse un capricho gastronómico.
A mitad de camino de la plaza de Benavente y la iglesia de Santiago, el Mercado de San Miguel es buen lugar para ello. En sus puestos abundan los productos de referencia galaica, tan deliciosos como de precio desmedido. A unos pasos abre puerta el conocido restaurante ‘Botín’ (Cuchilleros, 17; Recomendado por Guía Repsol). Más accesibles son los clásicos y rotundos bocadillos de calamares de la Plaza Mayor.
En la Puerta del Sol los turistas, sean o no peregrinos, deben cumplir con dos ritos. El primero: hacerse un selfie junto al kilómetro cero de las carreteras radiales españolas, delante de la Real Casa de Correos. El segundo: tocar el rabo del monumento de la osa y el madroño, emblema de la ciudad situado en el arranque de la calle Alcalá. Tras ello, debe buscarse un punto de repostaje entre una oferta abundante que va de la popular y centenaria ‘La Marquesita’ al histórico y elitista ‘Lhardy’ (Carrera de San Jerónimo, 8; Recomendado por Guía Repsol), que vive su recién estrenada nueva etapa.
El Museo del Prado es epicentro madrileño del apóstol Santiago. En su puerta principal una estatua de Diego Velázquez sedente ve el paso de los turistas pospandémicos. El miembro más insigne de la orden de Santiago luce en el pecho la inconfundible cruz de aquellos caballeros. En el interior de la pinacoteca se conservan más de 150 referencias del apóstol, entre las que destacan obras de Pedro Pablo Rubens, el Greco, Bartolomé Murillo, José de Ribera, Juan de Flandes, Guido Reni y el propio Velázquez, que en su autorretrato de Las Meninas vuelve a mostrar en su pecho la cruz de Santiago.
Rumbo norte, la ruta atraviesa las populosas barriadas de Chamberí y Cuatro Caminos, donde es aconsejable hacer un alto en el Mercado de Maravillas, en el que abundan productos exóticos llegados de todas partes del mundo. Si se quiere algo más cercano a Galicia y, por tanto, a Santiago, nada mejor que acercarse a las emblemáticas Pescaderías Coruñesas, imprescindible referencia galaica y marina de la capital. La visión de sus escaparates y mostradores atestados de merluzas, zamburiñas, centollos, almejas, meros, bogavantes y demás frutos de la mar embuten fuerza en el ánimo de los romeros.
El largo tránsito por Bravo Murillo es socorrido por las chapas con la señal de la Vía Láctea, clavadas en puntos estratégicos de las aceras, hasta llegar a la Plaza de Castilla. El Camino de Santiago Madrileño, que echó a andar en la parte histórica y más antigua de la ciudad, concluye la etapa en el Madrid contemporáneo. Es el turno de los edificios que flanquean esta plaza y, más adelante, las Cinco Torres, Manhattan castizo que da paso a Fuencarral.
Antes pueblo y hoy barriada de la ciudad, es obligado disfrutar de mesa y mantel en ‘Casa Pedro’ (Nuestra Señora de Valverde, 119; Recomendado por Guía Repsol). Antigua casa de postas situada en el Camino del Norte, era la primera parada de los viajeros que salían de la capital. Hoy es un apreciado restaurante que pasa por ser uno de los más antiguos de España, con referencias que se remontan a 1702.
Montecarmelo, uno de los modernos barrios del extrarradio de la ciudad, marca la despedida de la gran urbe. Lo hace junto al cementerio de Fuencarral. El camposanto acoge un interesante conjunto de tumbas pertenecientes a brigadistas y otros combatientes de la Guerra Civil española.
Junto a la tapia del cementerio y ya en el Anillo Verde, la vía ciclista que rodea Madrid, se alza un cruceiro. Por fortuna no ha sido vandalizado como el de la plaza de Benavente. A sus pies, un enorme mojón de granito señala el fin de la primera etapa. También que para llegar a Santiago ya queda menos: 665 kilómetros.
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