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Dicen los pereladenses que las calles, murallas y rincones de este pueblo, ubicado sobre una pequeña colina, son perfectas para perderse en el tiempo. Un viaje a una Edad Media marcada por las guerras entre condados de ambos lados de los Pirineos que retrató uno de sus vecinos más ilustres, el cronista Ramón Muntaner.
De aquella época, siglo XIV, es originario el Castillo de Peralada, que se levantó fuera de los muros de la villa por los condes Rocabertí. El castillo en sí no se puede visitar, pues es la residencia privada de los actuales propietarios, la familia Suqué-Mateu, pero sí sus espectaculares jardines. Estas casi ocho hectáreas de parque, incorporadas al castillo ya en el siglo XIX, tienen una inspiración en los Jardines del Palacio de Versalles. Por aquel entonces, uno presumía de castillo según lo largo que tuviera el camino de acceso a la entrada, por lo que el diseñador al que le encargaron el trabajo, el francés François Duvillers –que nunca estuvo personalmente en Peralada–, pensó que no había mejor manera para alargar ese tiempo que envolver al visitante en un recorrido geométrico de árboles frutales, eucaliptos y plantas ornamentales. Hoy este espacio ha sido reconquistado por las cigüeñas blancas, y si uno lo visita en primavera podrá ver cómo los estudiantes de la localidad hacen un registro meticuloso de los nuevos polluelos, a los que bautizan y dan los primeros cuidados.
Además de los jardines, también puede visitarse el Convento del Carmen, anexo al castillo. Aquí se pueden contemplar las distintas colecciones de su propietario más ilustre, Miquel Mateu –quien fuera alcalde de Barcelona, embajador en París y presidente de La Caixa–, que llegó a reunir unas 1.500 piezas de cerámica y más de 2.500 de vidrio, una de las colecciones más importantes del mundo. Además de copas, frascos de perfumes, sacaleches, pisteros y jarrones de casi todos los rincones del mundo, llaman la atención unos curiosos botijos que se regalaban antiguamente en las bodas de Cataluña y Baleares –uno para el novio, coronado por un gallo, y otro para la novia, con una gallina–, y cuyas bocas tienen forma de vagina. También dibuja una sonrisa pícara al visitante una curiosa concha que escondían las mujeres francesas bajo sus faldas cuando acudían a largas misas para aliviarse si la necesidad se hacía urgencia.
La otra gran colección de Mateu es su biblioteca personal, de casi 80.000 libros. Fue un apasionado de Miguel de Cervantes, y llegó a adquirir más de 5.000 ejemplares de sus obras, 1.000 solo de El Quijote. Hasta la primavera de 2017 estará expuesta una muestra de esta novela, como ediciones príncipe de la primera y segunda parte, traducciones a 34 lenguas –las primeras en inglés, alemán, esperanto, armenio, islandés o en lenguaje braile–, incluso El Quijote apócrifo de Avellaneda. Si se visita después de la primavera del próximo año, se pueden consultar previa petición a la bibliotecaria encargada de los fondos.
Pero si por algo Peralada destaca en la agenda rutera de muchos turistas es sin duda por su Festival Internacional de Música. Hace una semana terminó su 30ª edición, con un éxito que le confirma como una de las citas festivaleras del verano más consolidadas del panorama nacional. En esta ocasión, inauguró el espectáculo en julio el carismático pianista chino Lang Lang, y por el escenario levantado en los jardines del castillo han actuado, entros, Seal, Diana Krall, The Original Blues Brothers Band, Simply Red o La Unión.
Además hubo dos momentos estelares durante esta edición: el reencuentro, veinte años después, de la gira 'El gusto es nuestro', que protagonizaron Ana Belén, Víctor Manuel, Joan Manuel Serrat y Miguel Ríos; y las dos representaciones de 'Turandot', de Puccini, con una producción artesanal, marca de la casa, que cada año recibe el reconocimiento de los amantes de la ópera. Habrá que esperar un año para volver a disfrutarlo.
Pero además de arte y literatura, Mateu era un apasionado de los vinos. Por eso decidió recuperar las bodegas que en los sótanos del convento habían usado los monjes carmelitas durante siglos para la crianza de caldos. Ya los antiguos griegos cultivaban la vid en estas tierras del Ampurdán, azotadas por los vientos de Tramontana y acariciada por la brisa del Mediterráneo, lo que permite que en un espacio cercano se encuentren tierras muy heterogéneas que producen distintos matices de cabernet sauvignon, merlot, cabernet franc, syrah, garnacha, macabeo...
Con estas uvas se elaboran los vinos y cavas Peralada, con Denominación de Origen Ampurdán. El visitante tiene distintas ofertas para conocer los viñedos, desde la más económica de 9 euros, que incluye la visita a la finca cercana de Malaveïna –de estas tierras salió el Finca Malaveïna 2009, el mejor vino según el certamen Bachuss 2013–, la sala de crianza –donde se almacenan más de 5.500 barricas–, y una cata de productos; o tiene la opción de ampliar esta oferta con dos horas de relajante spa en el 'Hotel Peralada Wine Spa & Golf', por 35 euros. Otra alternativa es desplazarse a la finca Garbet (en Colera, a 23 kilómetros de Peralada), y contemplar, copa en mano, unos viñedos aterrazados que desembocan en el Mediterráneo y que ofrecen una imagen de postal.
Y para maridar estos vinos qué mejor que unos quesos de la tierra, como los de oveja ripollesa de Mas Marcè, seis generaciones de pastores que ahora han recuperado la elaboración ecológica y artesana de quesos y cuajadas con leche de esta especie autóctona. O con embutidos –hay que probar la butifarra dulce– y carnes de cordero y conejo. Los vinos blancos juegan mejor con el pescado y marisco de temporada, mientras que los cavas y afrutados pueden acompañar a los dulces típicos, como los brunyols de l'Espordà o los panellets.
Para comer en Peralada, nuestras tres recomendaciones son:
El chef Xavier Sagristà y el sumiller Toni Gerez, ambos procedentes de 'El Bulli', han reinagurado este verano este restaurante ubicado en una de las torres del castillo y con espectaculares vistas al lago. Su apuesta es hacer una "reinterpretación de la tradición de la cocina ampurdanesa", esa que combina mar y montaña, según comenta Sagristà al otro lado del ventanal abierto que deja la cocina a la vista indiscreta de los comensales. Además de la gran mesa de quesos artesanales españoles y fermiers de Europa (60 en carta), el chef nos recomienda su versión de la Zarzuela 2016 –con un potente fondo de pescado de roca–, la ensalada fría de pasta de asado de ave con buey de mar, los calamares confitados rellenos de setas y foie gras o los buñuelos líquidos de bacalao con miel.
'CASTELL PERALADA RESTAURANT' - Castillo de Peralada. Tel. 972 53 81 25.
Enclavado en la muralla de Peralada, esta antigua cuadra fue remodelada y convertida en restaurante en 2003. Según reconoce su dueño, Javier, "cuando se hace cocina de familia, sale con más cariño de los fogones". Y es que muchos de los platos de su carta son las recetas de los abuelos, como el arroz caldoso con bogavante del abi Fernando. La apuesta principal del Sotamuralla es el pescado y marisco de 'kilómetro 0', que compran a las escasas barcas que faenan en Llança. De ahí salen el carpaccio de cigalas con sal volcánica, la fideuá de cabra de mar con almejas o las espardeñas –o pepino de mar–, tan escasas y caras como apreciadas en la alta cocina catalana.
Si tu intención es probar una selección de platos y productos de la cocina catalana y, en especial, ampurdanesa, puede ser una buena opción este bufet libre, ubicado en una antigua masía familiar a las afueras de Peralada. Destacan sus carnes a la brasa, verduras de la huerta y caracoles. La gran variedad de sus postres harán la delicia de los más golosos.
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