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Si los castillos son el estandarte principal de Córdoba, el de Baena sorprende por su poco parecido al resto. Su forma cuadriculada con detalles en sus puertas se integra a la perfección con la estética de la zona, además de estar prácticamente en el centro de todo. Es una maravilla visitarlo, igual que el embalse de Valdomojón, el cual delimita una parte de la frontera con Jaén. Gracias a su club náutico, se pueden realizar deportes de navegación en un lugar totalmente rodeado por naturaleza.
No te puedes ir sin visitar el Parque Arqueológico de Torreparedones, al que los locales se refieren como Torre de las Vírgenes y Castro el Viejo. Un enclave con más de 3000 años de historia donde podrás disfrutar de algunas de las ruinas romanas mejor conservadas de la provincia en plena campiña cordobesa.
Rodeado al completo de las Sierras Subbéticas, Zuheros es, de momento, el único pueblo de Córdoba reconocido por la Asociación Los Pueblos Más Bonitos de España. Sus tejados ocre combinados con las impecables fachadas blancas se defienden en cuanto a estética se refiere contra su Castillo-Palacio. Construido hace más de diez siglos, se integra perfectamente con las calles del pueblo, siempre llenas de vegetación y color.
Entre sus grandes atractivos está la Cueva de los Murciélagos, que propone un recorrido de 415 metros con 700 escalones en el que bajarás 65 metros a las profundidades de la tierra. Y para los más queseros, imprescindible visitar la Quesería Los Balanchares, que elaboran el queso artesanalmente desde hace casi 30 años y, además de contar con una tienda, podrás hacer una degustación de los diferentes tipos de quesos en su restaurante.
La Ruta del Califato te obligará a pasar por Luque, uno de los pueblos más tradicionales que abogan firmemente por conservar sus raíces. Su historia pesa mucho entre sus callejones, siempre asemejada a las alpujarras granadinas por su estructura. Su castillo, una fortaleza hispanomusulmana construida en el siglo IX, precide el cerro que domina toda la localidad.
Tampoco se puede abandonar el pueblo sin descender a la Cueva de la Encantada, un paseo subterráneo con pinturas rupestres que está pegado al ayuntamiento, reconocido por su torre tradicional blanca. La Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción y la Ermita de la Aurora harán que culminemos nuestro trayecto en la Plaza de las Cuatro Esquinas, lugar perfecto para tomar fotos de un gran recuerdo.
Aislado en el valle de las Sierras Subbéticas, Carcabuey cuenta con una de las mejores vistas rurales de toda la sierra. Sus elementos insignia siguen estando ahí, con el Castillo de Carcabuey y la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. El primero, restaurado hace menos de un lustro, resalta por su composición arcaica y sus gruesas almenas, contrastando totalmente con la Iglesia, la cual destaca por los acabados dorados y sus bóvedas blanco perla.
Las fiestas tradicionales de Carcabuey son todo un reclamo turístico. La Pascua de los Moraos, celebrada el domingo de Resurrección, atrae a los habitantes del resto de pueblos a una fiesta de extravagancia que rompe con lo tradicional de sus costumbres.
Cuando el propio pueblo lleva el nombre de la provincia, es señal de que algo bueno te espera en tu llegada. Los primeros indicios de población datan del Paleolítico Medio, habiendo sido habitado también por los egipcios en el siglo VIII. La talla de madera y la forja son las actividades favoritas de los locales, de las que puedes disfrutar en el Museo Histórico Municipal. Lugar de nacimiento de Niceto Alcalá-Zamora, recomendamos pasear por la Plaza de Santa Ana y bajar por la Calle Real hasta la Placita de San Antonio en el barrio de la Villa.
Para amantes de la naturaleza, a 20 minutos en coche está el punto más alto de la provincia, el Pico Tiñosa, con sus 1570 metros. Enclavado en la Sierra Horconera, es posible subir caminando hasta él por un sendero bien señalizado que comienza en la aldea de Las Lagunillas. En total, unos 10 kilómetros de ida y vuelta.
Al ser Córdoba una provincia sin costa, solemos olvidar la gran cantidad de embalses y pasos fluviales con los que cuenta. Menos mal que Iznájar nos lo recuerda situándose en su homónimo embalse, una de las zonas más impactantes del lugar. Sus numerosos miradores nos permiten admirar el paisaje desde diferentes ángulos. Apunta el Mirador Cruz de San Pedro, en lo más alto del pueblo, donde se atrapan los mejores atardeceres.
En la villa destacan monumentos como el castillo de Hisn-Ashar, elevado a 533 metros de altura rodeado por el río Genil y el arroyo de Priego; y la parroquia de Santiago Apóstol, patrono de la ciudad. El Museo de la Judea también merece una parada. Haciendo homenaje a la historia de los judíos en nuestro país, sus colores e interpretaciones son perfectas para jóvenes y adultos.
Cabra también se sitúa en el sur, aunque deja postales diferentes, que reflejan una personalidad acogedora y aventurera. Su barrio del Cerro invita a perderse por su callejuelas florales de blancas paredes y su Parroquia Mayor de la Asunción. El Castillo de los Condes de Cabra, con su espectacular interior, y el Museo del Aceite de Oliva, son otras dos paradas imperdibles en este paseo.
En sus alrededores encontramos El Picacho, la cumbre emblema del Parque Natural Los Alcornocales. Conocido también como “el Balcón de Andalucía”, desde donde es posible ver hasta cinco provincias andaluzas desde sus miradores. También el Poljé de la Nava que, de vez en cuando, te regala escenas que te hacen sentir que estás en la sabana africana.
Situado en la Vega del Guadalquivir, cerca del embalse de Bembézar, Hornachuelos descansa abrigado entre alcornoques, encinas y los bosques de ribera de un paisaje protegido que en 2024 fue reconocido con el Premio de Turismo Sostenible. Sus casas colgantes sobre cuevas son uno de sus grandes atractivos, que unidas al Mirador de la Corraliza, aúnan unas vistas increíbles del río y sus alrededores.
Los amantes de los deportes acuáticos encontrarán aquí su paraíso: junto al embalse podrás tirarte en tirolina, hacer escalada, piragüismo y diferentes aventuras para todo tipo de edades. Si lo tuyo es andar, la Ruta de Los Ángeles es perfecta para descubrir la Cueva de La Penitenta o un antiguo monasterio franciscano, que te dejará con los pelos de punta por su apariencia y, sobre todo, por sus intrigantes historias.
Para muchos, sólo tres palabras son necesarias para visitar Almodóvar del Río: Juego de Tronos. Su castillo fue protagonista durante la mítica serie de televisión, y no es para menos. Sus imponentes torres unidas en forma triangular dejan una estampa inolvidable para los fanáticos de la serie y la arquitectura.
Pero su encanto no termina ahí. A finales de marzo se celebra el Zoco de la Encantá. Esta festividad andalusí llena el pueblo de actividades artesanales, gastronómicas y una animación constante que revitaliza las calles. Para comer, el 'Restaurante Taberna Ateneo' es una buena opción, con su bodega del siglo XVIII convertida en comedor.
La piedra molinaza de los edificios de Montoro entran por el ojo de manera instantánea y te invitan a investigar cada rincón de sus calles. Sus carnes y embutidos provenientes del Valle de los Pedroches son perfectas después de un paseo por la Casa de las Conchas y la Parroquia de San Bartolomé. Adosada a la Parroquia está la Plaza Mayor, lugar de encuentro de los montoreños y presidida por la Torre de Montoro.
Pasando por el Arco de la Cárcel llegarás a otros puntos de interés como la Ermita de San Sebastián o el Mirador del Imperio Romano de Montoro, con vistas al río Guadalquivir. Cuando llegues al mirador, fíjate en las casas al borde del río, desafiando al torrente y colocándose a la orilla de este.