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¿Preparado para un chapuzón?

Ruta por el barranco de Sant Aniol D´Aguja en Sadernes (Girona)

Buscando el baño del monje por un prepirineo selvático

20/10/2024 –

Actualizado: 28/06/2024

Fotografía: Miguel Cuesta

A punto de hundirse en el Mediterráneo, los Pirineos todavía guardan mucha tela que cortar. En la comarca de la Alta Garrotxa, una red fluvial kárstica nos abre un mundo de posibilidades para divertirnos en el agua. El de Sant Aniol d’Aguja es probablemente su barranco más célebre. Toma el nombre de un pequeño templo milenario que será el objetivo en esta ruta. No sería raro fallar en el intento de alcanzarlo, seducidos por las muchas pozas de baño que nos tientan por el camino.

 

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En el extremo oriental del Pirineo, las cumbres ya siquiera alcanzan los 1.500 metros, pero la cordillera sigue fiel a su identidad, con sus clásicas cumbres escarpadas y sus acantilados calcáreos plegados que muestran viejos estratos submarinos. Sin embargo, la escasa altitud y la humedad de un mar que ya se puede oler, alumbran bosques con un carácter propio, selvático, de un verde rebosante y de una atmósfera propicia al misterio, especialmente cuando el recuerdo de sus antiguos habitantes se va desdibujando en la memoria, y el vacío deja paso a los mitos y las leyendas.

De Sadernes al Pont de Valentí , encontramos pozas como esta.
De Sadernes al Pont de Valentí , encontramos pozas como esta.

Por la perla del espacio protegido de la Alta Garrotxa

Esta ruta senderista por el barranco de Sant Aniol d’Aguja comienza en Sadernes, una remota población perteneciente al municipio de Sales de Llierca. Desde esta, distan unos 7 kilómetros hasta la iglesia y hasta dos de sus pozas más evocadoras: el Gorg Blau y el Salt del Brull. El recorrido no es exigente físicamente ya que apenas ganamos doscientos metros de altitud, con un desnivel positivo acumulado total de unos 500 metros. Sí hay que tener en cuenta que la segunda mitad de la ruta se hace por senderos pedregosos con roca lavada, y donde hay que cruzar el río sobre piedras un par de veces, manteniendo el equilibrio.

El recorrido no es exigente físicamente.
El recorrido no es exigente físicamente.

En temporada, es imprescindible solicitar permiso en la web del Ayuntamiento para dejar el coche en el aparcamiento de Sadernes. Y es que, después de que el valle quedara prácticamente abandonado en los años 1960, una nueva ola de fervor senderista puso en jaque al valioso y frágil ecosistema del barranco, así que ahora hay un control de acceso y se prohíbe la acampada. Una opción para los que no consigan el permiso sería la bicicleta, ya que la primera mitad de la ruta por el barranco se hace por una pista forestal. Los ciclistas podrían dejar el coche en el Puente de Llierca o en alguna de las poblaciones cercanas, y pedalear hasta Sadernes.

Gorg Blau o Salto Azul, una de las pozas más evocadoras.
Gorg Blau o Salto Azul, una de las pozas más evocadoras.

Tanta protección se entiende mejor cuando cobramos conciencia de que nos adentramos en la Reserva Natural Fluvial de las rieras de Sant Aniol, Oix y Beget -todas afluentes del río Llierca-, a su vez integradas en el Espacio Natural Protegido de la Alta Garrotxa. Estas rieras son parte de una red fluvial kárstica fascinante, cuyos tentáculos subterráneos alcanzan a nutrir al lejano estanque de Banyoles. Este acuífero de montaña por lo general asegura un flujo de agua continuo que sirve de hogar a especies como el barbo de montaña, la nutria o el tritón pirenaico, y que riega bosques de gran diversidad donde crecen sauces, encinas, robles, acebos, arces negros, alisos o tilos silvestres.

La ruta atraviesa bosques de sauces, encinas, robles, acebos, arces negros, alisos o tilos silvestres.
La ruta atraviesa bosques de sauces, encinas, robles, acebos, arces negros, alisos o tilos silvestres.

Cuando se fueron los monjes

A mitad de la ruta, en el Pont de Valentí, un cartel nos indica que esta hermosa estructura medieval fue un paso obligado para arrieros, carboneros y contrabandistas hasta mediados del siglo XX. Ya al final del recorrido, en la iglesia de Sant Aniol, leemos en otro cartel que, 1200 años atrás, pateaban estos senderos unos monjes benedictinos que llegaron a tener jurisdicción propia en estas tierras remotas. Cuesta creer que se codiciara tanto este valle al que, ahora con muchas más facilidades, tampoco ha sido fácil llegar.

El Pont de Valentí, de origen medieval.
El Pont de Valentí, de origen medieval.

Los restos del monasterio de Sant Aniol d’Aguja podrían ser los más antiguos que se conservan en toda la Alta Garrotxa. Lo fundaron, en el año 859, monjes procedentes de la abadía francesa de Santa María de Arlés que huían de los saqueadores normandos. Lleva el nombre de un religioso que evangelizó la Galia a finales del siglo II, y por lo que fue martirizado por el emperador Séptimo Severo. Cuenta la leyenda que San Andéolo o San Aniolo –así sería su nombre en castellano– se escondía por estos valles cuando lo perseguían los romanos, y que en concreto podría haberlo hecho en una cueva de la que manaba un agua milagrosa, sobre la que se habría construido la iglesia que hoy tenemos por objetivo.

La iglesia de Sant Aniol d’Aguja, parada imprescindible.
La iglesia de Sant Aniol d’Aguja, parada imprescindible.

La iglesia de Sant Aniol d’Aguja es un modesto templo del siglo XI en el que destacan algunos elementos del románico lombardo, sobre todo en su fachada trasera, la del ábside, con lesena y arcos ciegos. Perdió buena parte de sus tesoros durante la Guerra Civil y tuvo luego que ser parcialmente reconstruida. En 1962, por ejemplo, se le añadió la campana Coralí, que lleva el nombre de un personaje de la célebre novela La puñalada de Marià Vayreda, ambientada en el barranco. El templo es el único vestigio más o menos original del viejo monasterio. A su lado, se erige un refugio en proceso de reconstrucción que se asienta sobre la vieja rectoría del monasterio, pero que luego se transformó para diversos usos.

La segunda mitad del recorrido transcurre por senderos pedregosos con roca lavada.
La segunda mitad del recorrido transcurre por senderos pedregosos con roca lavada.

Es probable que, en el camino de subida, veas sacas con material de construcción que viaja hacia arriba, o con escombros que viajan hacia abajo. Es la huella del trabajo de asociaciones como Amics de Sant Aniol, Terra Aspra o el Centre Excursionista de Banyoles, que llevan años tratando de recuperar este refugio que comenzaba a venirse abajo. Todos los años, cada domingo de Pentecostés, celebran un encuentro en el que se reúnen comunidades de la Alta Garrotxa y de la vecina francesa Vallespir, y cuyas raíces deben ser al menos anteriores al Tratado de los Pirineos de 1659 que separó estas regiones.

Así es la poza junto al azud de Gomarell.
Así es la poza junto al azud de Gomarell.

Paso a paso, por el sendero de Sant Aniol d’Aguja

Desde el aparcamiento de Sadernes tenemos que bajar por unas escaleras valladas para llegar a una pista forestal que define la primera mitad de la ruta, y que es tan sencilla que podrían hacer en coche quienes tengan permiso. Nada más pasar el Molí de Sadernes, reconvertido en alojamiento rural, aparecen las primeras pozas, pero son un tanto inaccesibles y además sus aguas suelen estar bastante estancadas, así que vale sobradamente la pena ser paciente para que, solo un kilómetro después de haber echado a andar, junto a un puente de piedra, demos con un primer grupo de pozas fantásticas que casi casi podrían justificar el viaje hasta aquí, sobre todo para familias con pequeños.

El centro Easy Day.
El centro Easy Day.

Conformarse con este primer tramo de pista forestal no estaría mal, aunque nos perderíamos la intimidad del tupido bosque de ribera que arranca, sobre todo 2,5 kilómetros más arriba, más o menos a la altura del Pont de Valentí. Desde el camino, la referencia más visible para el puente son las señales del centro Easy Day, una especie de casa de retiros con un curioso café musical. Los ciclistas pueden seguir recto por la pista, que todavía se prolonga un par de kilómetros más barranco arriba –con alguna interrupción–, pero el senderista haría bien en cruzar el puente para zambullirse en el bosque y seguir río arriba, donde unos 100 metros más arriba se va a encontrar con una de las pozas más divertidas del recorrido.

Cruzando la poza de Gomarell.
Cruzando la poza de Gomarell.

A unos 4,5 kilómetros del inicio de la ruta, y después de pasar por un viejo molino al que devora la maleza, llegamos a la zona del Gomarell, con otra poza bien interesante tras la cual hay un pequeño tramo donde se prohíbe el baño por captación de agua para consumo. Desde aquí, luego de un subibaja, tenemos por delante el kilómetro probablemente más hermoso de todo el sendero, que transcurre encajonado en un pasillo de roca muy próximo al río, y que termina aproximadamente a 5,5 kilómetros del inicio, en la zona del Goleró. Esta es un pequeño paraíso del baño fluvial, con zonas profundas y otras someras, además de rocas para tomar el sol.

El puente suspendido de Clarioles.
El puente suspendido de Clarioles.

Al pasar el Goleró, el camino se separa ligeramente del río para adentrarse en un bosque todavía más húmedo y frondoso en el que nos encontramos un cruce con señales a Albanyà y el Bassegoda. Hasta aquí habíamos seguido marcas verdes y naranjas, pero ahora seguiremos las blancas y rojas que nos indican que transitamos el GR11, o sea, la célebre Senda Transpirenaica. Al llegar al kilómetro 6,5 de la ruta, alcanzamos el puente suspendido de Clarioles, que después de menearse como un columpio, nos escupe directamente a la iglesia de Sant Aniol d’Aguja.

¿Preparado para un chapuzón?
¿Preparado para un chapuzón?

Tras la iglesia y el refugio se abre una explanada donde cabe imaginar los huertos de los monjes, y solo unos cientos de metros más adelante, cuando un sendero se empieza a separar del cauce del río, a la derecha aparece un ojo de agua irresistible: el Gorg Blau o la Gorga Azul, un bellísimo salto de agua, uno de los más atractivos del Pirineo, que seguro que le servía de baño al monje. Para seguir los pasos del fraile hay que atreverse por un pequeño terraplén. Los más atrevidos podrían seguir solo un poco más arriba hasta el famoso Salt del Brull, pero eso ya es terreno del que guste trepar un poco y mojarse los pies.

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