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Si se trata de buscar rutas, en Asturias pocos temen al invierno. En el momento que deja de llover, o incluso lloviendo, resuena el traqueteo metálico de los bastones contra la roca y las cremalleras de las mochilas cerrándose. Se rescatan las botas, se estiran las piernas y la pereza se diluye. Y en nuestra mente aparece una montaña, un río, un desfiladero y un sendero. Por su inmensa variedad, buscar rutas en el Principado es como ir al supermercado, la nuestra es "muy fácil y muy guapina", así hablan todos de la Ruta de las Xanas.
El desfiladero de las Xanas es conocido como "el pequeño Cares". Como la Garganta Divina tiene túneles y precipicios, paredes verticales de 500 metros y una senda laboriosamente excavada en la caliza a base de pico y dinamita. Pero no son 24 kilómetros (ida y vuelta) de ruta, son ocho; no está a dos horas de Oviedo, está a menos de media hora; y si en la otra encontramos cabras y rebecos, en esta buscaremos osos pardo y xanas. En la mitología asturiana y leonesa se venera a las xanas como a esas preciosas ninfas de ojos verdes y azules, que se esconden en el curso de riachuelos, en cuevas y cascadas donde embelesan su larga melena rubia con peines de oro.
En su recorrido de dos kilómetros hasta el río Trubia, el arroyo Viescas, rebautizado "de las Xanas", esculpe un angosto cañón entre los pueblos de Pedroveya y Villanueva, dejando a su paso bosques multicolor, aguas cristalinas y parajes bucólicos, ideales para estos seres mitológicos. En los años 50, con la promesa de comunicar los pueblos de La Rebollada, Dosango (Santo Adriano) y Pedroveya (Quirós) con el valle de Trubia, se empezó a construir una carretera que surcara esta indomable garganta. Sin embargo, la difícil orografía y aún más difícil burocracia hicieron fracasar el proyecto y dejaron como cicatriz esa estrecha senda de metro y medio de ancho esculpida en la margen derecha del Viescas.
Si bien es una desconocida de puertas afuera, dentro del Principado es de las más populares por su cercanía a las principales ciudades, por su facilidad técnica, por su conclusión gastronómica obligatoria y por la belleza de este escenario natural. ¿A qué estábamos esperando?
La senda de la Ruta de las Xanas comienza en el parking del Molín de las Xanas, a las afueras de Villanueva. Con un desnivel de 650 metros desde este punto inicial hasta Pedroveya, el viajero debe mentalizarse para subir, pero no para sufrir, porque ni la inclinación ni la distancia son tan dramáticas. Los 200 metros de asfalto enseguida derivan en la senda pedregosa que acompaña en zigzag el dibujo de la ladera para regalarnos unas preciosas vistas del valle del Trubia.
Entre la maleza del brezo, la zarza y esa sensación de estar bordeando el vacío a cada paso, atravesamos túneles, estrechas grutas, la boca de una antigua mina de hierro, y tramos que se asoman a riscos con vistas de infarto. Al fondo, un bosque de ribera del que solo vemos las copas de los árboles y sus colores ocres a expensas de la llegada de las nieves. Enfrente, la ladera vecina de caliza desnuda, surcada por grietas donde las encinas son las únicas que sobreviven a duras penas. Y a lo lejos, ese festival de montañas de tez grisácea que se amontonan hasta donde alcanza nuestra vista. Por motivos como estos, el desfiladero de las Xanas fue declarado Monumento Natural en 2002.
El último túnel de este enorme tajo deriva en un frondoso bosque de avellanos, abedules y castaños que acompaña el curso del riachuelo, que se vuelve más poderoso y ruidoso en forma de cascadas y pozas. Las paredes pétreas se cambian por el musgo, el helecho y el liquen, que camuflan el sendero. De momento no hemos visto ninguna xana y eso que pintaba muy bien la cosa.
A pesar de ser domingo, no son muchos los caminantes que transitan la ruta. Antonio y Beatriz han venido desde Luarca para repetir en este clásico del trekking astur después de muchos días de lluvias; y Álex y Eva, viven en Oviedo, y su primera y principal motivación: "la fartura final en ‘Casa Generosa’", pero luego hablaremos de ello.
Tras una empinada subida facilitada por troncos, el camino se divide para tomar la ruta hasta Pedroveya, o un estrecho sendero de pastores que conduce a una bonita cabaña de teja y de piedra que hace de cuadra. Desde aquí divisamos la sierra del Aramo y las montañas de La Mostayal (1.313 metros) y La Gamonal (1.710 metros), de cumbres blancas, y el valle de la Boya.
Con la imagen de la iglesia de San Antonio de Pedroveya en lo alto de la colina, rodeada por pastos donde corren caballos y asturcones, y donde se celebran los pícnics de primavera y verano, terminamos la mitad de la ruta en algo menos de dos horas. Algunos senderistas descansan bajo el tejo centenario, otros empiezan el camino de vuelta y nosotros acudimos a nuestro encuentro con la cocina casera asturiana.
Quien busque delicatessen, productos sofisticados o la reinvención de la gastronomía se equivoca de lugar. Y quien llegue con poca hambre también. 'Casa Generosa' (Lugar Predoveya, 16) es una casa de comidas que hace honor a su nombre. Pedroveya recibe al viajero y al senderista con sus casonas típicas asturianas, estupendamente restauradas, y entre hórreos y paneras donde cuelgan panojas de maíz, manojos de ajos y madreñas, espera este restaurante familiar.
En fines de semana se suele acumular una buena cantidad de senderistas en el lugar, que lleva desde 1951 dando de comer a los caminantes de la Ruta de las Xanas, por lo que conviene reservar. Escancian sidra esperando su turno en las mesas de la entrada, se sientan bajo los hórreos, o toman unos tercios y vinos en la barra del bar con estética de cantina de aldea, repleta de conservas, dulces, licores y otros productos de primera necesidad.
Pote y fabada asturiana, cabrito y ternera guisada, arroz con leche o tarta de la abuela. En 'Casa Generosa' no hay carta, el menú se distribuye en tres primeros y tres segundos donde nunca faltan estas clásicas elaboraciones que tienen el producto regional por bandera y la tradición como norma. Aquí todo es abundante y todo es casero, y eso se ve y se huele nada más sentarse a la mesa.
Enedina García es la propietaria, a la que casi todos llaman Generosa, como su madre, que abrió hace casi 70 años este barín de aldea. Hoy, jubilada, hace tiempo que entregó la batuta a su hijo Rubén García. Compango de chorizo, morcilla y tocino para la fabada y para el pote, con fabas, berzas y patatas de su propio huerto. Para los segundos guiso de ternera, de cabrito y a veces de jabalí. ¿De postre? Tarta de almendra, de queso, de la abuela o arroz con leche. Todo casero, todo por 18 euros.
Tras el festín toca la vuelta a Villanueva. Se puede hacer por el mismo sendero y diferente perspectiva de la garganta en la mitad de tiempo o tomar el recorrido circular por la ruta de Valdolayés. Esta opción alarga considerablemente la excursión, pero nos ofrece una perspectiva completa de la montaña central asturiana. En ella, además, el viajero dispone de un abanico de opciones dentro del Parque Natural de las Ubiñas-La Mesa. La Senda del Oso en Proaza, ideal para ciclistas, es un recorrido de 50 kilómetros entre los concejos de Santo Adriano, Proaza, Quirós y Teverga; la ruta de la Cascada del Xiblu es un trekking moderado de 8,5 kilómetros por las brañas de Teverga; y la del Hayedo de Lindes, son 7,5 kilómetros a través de un bosque de leyenda. En Asturias, será por rutas.
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