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Como en las estampas infantiles, Bolbaite tiene el castillo en lo alto, un campanario, un puente que cruza un río poblado de patos y peces y un cielo azul. Se encuentra a 84 kilómetros de Valencia capital, en dirección a Xàtiva. Se atribuye su fundación a los árabes, que la llamaron Albait, que significa "albergue" o "caserío", y fue repoblada por familias aragonesas. Este antiguo municipio de la ondulada comarca de La Canal de Navarrés descansa a orillas del caprichoso río Sellent, afluente del Júcar que discurre enteramente por la Comunitat Valenciana.
Bolbaite tiene una contrapartida moderna, y es que cuenta con señalización turística inteligente. Descargando una aplicación, puedes controlar con tu teléfono móvil la masificación del paraje y recibir avisos en casos de emergencia. Su uso evita también el gasto de folletos de papel y permite procesar datos útiles de los usuarios y hasta la gestión de residuos.
Antes de cruzar el puente, encontramos las primeras paletas direccionales. Hay un acceso más directo subiendo una pendiente cerca de cooperativa agrícola, en una rotonda decorada con maquinaria tradicional de la elaboración del aceite, pero Nacho, nuestro guía, nos recomienda deambular por las calles del casco antiguo, dejando el coche en una plaza para caminar hasta el Paraje del río Sellent. El paseo merece la pena. El Sellent, lleno de vida a su paso por la población, está sembrado del rosa de la flor de la adelfa y en sus aguas transparentes se ven nadar peces, patos y gansos que, según cuentan, alguien soltó hace años, liberándolos del mercado.
Las casas están aún adornadas con colgaduras que representan al patrón, San Francisco de Paula, que por las muchas peticiones de índole física pasó a llamarse Cristo de la Salud. Desde el puente, se distinguen –recortados en el horizonte– los antiguos secaderos de tabaco de los años 60, labor típica de esta zona, conocida por sus afamados cigarros caliqueños.
Una flecha nos indica el camino: Lago del Río, L’assut; el azud o la presa, en valenciano. Si subimos por la zona del castillo, cogiendo la calle del Cristo hacia la ermita, un sendero de traza morisca nos permitirá disfrutar de unas estupendas vistas. Pero nosotros tenemos ganas de agua y hemos decidido acceder sin preámbulos a la zona de baño tomando la calle del Río.
Al principio de la travesía hay una zona donde las mascotas, bajo vigilancia, pueden darse un baño sin molestar a los bañistas que lo hacen río arriba. Más adelante, cruzando recodos y una travesía, el amplio acceso de piedra natural bordeado de vegetación. Esta área recreativa está acondicionada con duchas y necesarias papeleras: hay que cuidar más que nunca la limpieza en zonas comunes y, sobre todo, nuestra naturaleza y paisajes, que son un patrimonio único.
Un azud remansa el agua que cae de las cascadas superiores y deja escapar infinidad de pequeños regueros. En esta primera parte accesible se puede poner la toalla sobre la roca plana y disfrutar del agua en una piscina natural. Por su parte derecha hay una zona de paso por la que se accede a un pequeño puente metálico arqueado, con peldaños de madera. La zona, hoy a nuestra entera disposición, tiene el aire espectacular de un paisaje japonés. Sin los patos locales, pues por alguna razón no se desplazan hasta aquí, pero sí con algunas garzas estacionarias y golondrinas.
Cruzamos por el puente y encontramos arriba una plataforma de roca. Podemos notar el frescor de la primera cascada que cae sobre la primera zona de baño y tomar fotos del río desde otro ángulo, con el pueblo al fondo. Aunque no lo parezca, este enorme salto de agua está conducido por una canalización artificial que se abre en tiempo estival. Con ello se limpia, se controla el nivel y se renueva el agua de la gran piscina natural.
Un corto tramo de escaleras lleva a un manantial con caño, cuyas paredes de piedra natural están encaladas, y más arriba, al pie de la escalinata, veremos una poza con estalactitas llamada Gorgo Caracol. La palabra "poza" se dice gorg en valenciano y se castellaniza según zonas con en el vocablo gorgo. ¡Hay tanta agua que no dudamos en quitarnos los zapatos!
Subiendo más, descubrimos diversas pozas como el gorgo Cadena, perfecta para darse un chapuzón de aventura y que cuenta con una cueva sumergida, pero cuidado, apta solo para espeleólogos. Es maravillosa la sensación de libertad, de poder seguir el impulso, de continuar o detenernos a disfrutar del paisaje y el agua. Aquí hay una senda entre rocas apenas marcada que parece ofrecer otras opciones de paseo a los más intrépidos. Elegimos visitar el remanso fluvial que nutre estas cascadas, saltando los pasos de agua entre piedras y vegetación con sumo cuidado. Además del placer del baño, este lugar privilegiado, mitad civilizado mitad agreste, provoca el deseo de conservar y proteger la naturaleza. Para proteger también a sus visitantes, el ayuntamiento ha regulado las entradas y las salidas para mantener la distancia social.
Además del baño, este lugar privilegiado mitad civilizado mitad agreste, provoca de alguna manera el amor por conservar y proteger la naturaleza al aire libre. De ese mismo modo nos protegemos nosotros y las instituciones públicas se preocupan habilitando distintas entradas y salidas para mantener la distancia social y observando rigurosamente todas las indicaciones que nos mantengan saludables.
La subida entre cascadas nos ha abierto el apetito aventurero. Así que abandonamos este enclave para hacer un poco de senderismo a pocos kilómetros en dirección Quesa, en un paraje natural dentro del Barranco del Barcal. Allí hay un cauce breve, cuyas aguas desembocan en la presa de Escalona formando espectaculares saltos denominados Los Chorradores de Navarrés. "Donde el agua va al revés", como cuenta el dicho sobre las canalizaciones de esta zona, que acaba con el requiebro: "¡Pero cuánta nace y que buena es!". Existen también otros caminos no asfaltados que permiten el acceso al paraje, pero siempre de forma peatonal o mediante bicicleta.
La visita a Los Chorradores es un trayecto fácil para toda la familia que comporta un paseo de unos tres kilómetros contando la ida y la vuelta desde el aparcamiento. Aunque no pueden ir en el carrito, es una ruta interesante para hacer con niños porque tiene todos los ingredientes para pasar un día de excursión inolvidable: puentes, fuentes, remansos, cascadas, vegetación frondosa, cuestas, declives y agua por todas partes para darnos un baño en plena naturaleza. Se ha facilitado últimamente el paso por puentes para personas mayores donde antes solo había rocas para cruzar los arroyos.
El Sendero del Chorrador junto al cauce del Barranco del Barcal está declarado como Espacio Natural Protegido y desde luego se puede calificar como un placer para los sentidos. Dejamos el coche en una explanada al lado de la carretera y, justo a la izquierda de esta entrada, veremos una senda sin bifurcaciones por donde se accede a la zona, bajando por lo que tiene trazas de ser un antiguo paso de agua entre las rocas y las raíces de los árboles.
Las altas paredes irregulares, a la altura de nuestras cabezas y a veces más, nos adentran inmediatamente en un mundo distinto hecho de vegetación y minerales, entre huertos frutales de los lugareños. Hay momentos en los que las plantas y las estrecheces se alían para conformar rincones de sombra y otros en los que desaparecen para que las lagartijas tomen el sol entre las piedras.
Después de una pendiente más pronunciada, la vegetación empieza a ser más abundante y escuchamos los primeros sonidos del agua de la Fuente Clara. Se encuentra bajando unos escalones en un giro del camino, donde se abre un espacio un poco más amplio frente a esta mágica caída de agua. Es una oquedad algo profunda, recubierta por arriba de helechos que se curvan para formar pequeños chorros de agua ante la entrada. La foto bajo las gotas y la vegetación parece casi obligada y unos jóvenes no pueden evitar hacérsela después de darse una agradable ducha natural.
La senda se estrecha de nuevo. Sorteando regueros de agua coloreados por la piedra caliza llegamos a una cascada de considerable altura –unos 20 metros– llamada El Chorrador bajo cuyo caudal ha ido creando una amplia poza que recuerda vagamente a un cenote mexicano. La naturaleza nos abre aquí sus puertas y cualquier idea negativa se evapora con el sonido sordo del agua al caer. Las plantas y las raíces acompañan esta caída de agua fresca que se puede contemplar desde un banco de madera.
También uno puede acercarse y tomar perspectiva subiendo un camino con barandillas y pasamanos de madera que asciende a un mirador sobre un montículo. Solo hay que sortear con cuidado unas rocas planas dispuestas sobre un riachuelo. Desde ahí se ve caer la cascada y, abajo, la poza de agua transparente donde se impone un primer baño estilo nutria. Eso sí, siempre con el cuidado al que obligan estos rincones naturales. El frescor que emana por todas partes no se nota en fotografía pero podemos asegurar que se respira por los poros.
Tres turistas se reúnen en un momento: "Venimos de Cullera –dicen– para variar un poco de tanta playa". Un paisano aficionado a la fotografía pasea con su perro, que lleva en la boca una gran rama como trofeo. Nacho nos indica que el agua de esta cascada, aun siendo natural, es reconducida o desviada en ocasiones para el riego de los campos cercanos, por lo que su caudal es variable. No crean por un momento que estos parajes están amaestrados: también nos dice que los elementos construidos en madera o sobre el terreno pueden desaparecer en una fuerte subida de agua ocasional.
El camino continúa más abajo, entre plantas cuyos nombres aparecen indicadas en algunos carteles. En la ruta hemos encontrado grandes chopos y almeces que, con la hiedra, proporcionan buenos lugares de sombra. También muchas adelfas y frutales, especialmente higueras, granados y algarrobos que habrán escapado de sus lindes. Este azud de la Badina Migas es la parte más civilizada de la excursión. Con la vieja compuerta de canal cerrada, la superficie del embalse –la badina, en valenciano– está tranquila y aquí se puede jugar con el agua, seguir el vuelo de las libélulas y las mariposas o hacer una pesca imaginaria con un junco.
Algunos avispados excursionistas tienen mochilas adaptadas para llevar manteles, vajilla y toda una cubertería y el área de descanso con fuente es el lugar idóneo para realizar un pícnic en plena naturaleza. Este lugar tiene todo eso y mesas de madera con bancos corridos para mayor comodidad. Aquí el terreno es plano y sin piedras. La Fuente de la Higuera fluye en una pequeña construcción de mampostería de piedra cubierta de tejas, bajo una anciana higuera. Se llega al chorro bajando unos peldaños para encontrar lo que sin duda era el primitivo emplazamiento de una parada campestre, con un banco de piedra adosado a un lado. El nacimiento está cubierto por un enrejado que impide el acceso y fluye por dos caños que desaguan en una pequeña acequia. Tengan cuidado de que los niños no taponen accidentalmente el desagüe jugando con las hojas. Podrían provocar una pequeña inundación.
Siguiendo el camino, sorteamos algunas piedras y casi al final de nuestro recorrido encontramos Los Chorradores. Esta bellísima cascada doble que cae sobre una roca recubierta de musgo recuerda a la cascada japonesa Ryumon-taki –La cascada de la Puerta del Dragón–, cuya leyenda se asocia con la ascensión a la perfección. Este salto de agua es más manso que El Chorrador y también más umbrío. Según el espíritu de cada uno induce, bien a una tranquila contemplación, bien a explorar audazmente, saltando entre las rocas, por detrás de la cortina de agua. Sea cual sea la decisión, la sombra y el agua se agradecen, tanto por la paz que desprenden como por mitigar el calor del paseo. Quédate el tiempo que quieras aquí y, al desandar camino, prepárate a verlo todo desde otras perspectivas, fijándote bien en todos los detalles, que son muchos.
No está de más recordar que los parajes naturales municipales son de todos y debemos protegerlos para el disfrute de las generaciones futuras. Así que repasemos el listado de las normas y consejos básicos:
1. Mantener limpio el entorno, utilizando los contenedores de basura o llevando la basura hasta el contenedor más próximo.
2. No se permite la acampada libre. Además, es peligroso.
3. Respeto a la flora y fauna: no son de nuestra propiedad.
4. No llevar especies nuevas de la fauna y la flora. Podrían romper el equilibrio natural del lugar.
5. Llevar a los animales domésticos bajo control.
6. No gritar, no poner música, el ruido también es contaminación.
7. Comportarse de manera discreta y silenciosa.
8. El fuego es un mal que ha destruido muchas zonas como esta. No encender uno, no fumar.
9. Usar las carreteras, pistas y senderos señalizados y autorizados.
10. Y sobre todo, disfrutar de la Naturaleza y escucharla. Tal vez tenga algo que decirnos si sabemos prestar atención.
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