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Los primeros fríos del otoño traen consigo sentimientos encontrados. A pesar de que unos pocos grados menos puedan invitar al recogimiento, lo cierto es que aún quedan unas cuantas jornadas de temperaturas agradables bajo el sol y la mejor forma de disfrutarlas es adentrándose en plena naturaleza. De entre todos los bosques que se distribuyen por el país, los hayedos, con sus sugerentes contrastes de alfombrados rojizos y el verdor de sus copas, son los más buscados de la estación y, entre ellos, el Hayedo de Otzarreta es uno de los predilectos por la magia que envuelve el entorno y su facilidad de recorrido.
Ubicado en la vertiente vizcaína del Parque Natural de Gorbeia y perteneciente a la localidad de Zeanuri, el espacio que ocupan estas hayas centenarias condensa todas las virtudes que caben esperar de un lugar que parece sacado de la mitología vasca. Para llegar hasta aquí, hay que alcanzar el puerto de Barazar por la serpenteante N-240 y tomar la pista que parte a un lado del bar ‘Bengoetxea’ en dirección al parque natural. Una vez en ella, solo queda dirigirse hacia alguno de los aparcamientos indicados en los carteles para cambiar el vehículo por las botas de montaña.
Esta propuesta tiene un recorrido de ida y vuelta desde el aparcamiento del Hayedo de Otzarreta hasta el entorno del Humedal de Saldropo, disfrutando del paisaje en una cómoda ruta de senderismo sin mucha dificultad, aunque la gran cantidad de senderos permiten enrevesar la ruta de forma casi ilimitada. Hay que tener en cuenta que el bosque está dividido por el cauce del arroyo Zubizabala y no conviene atreverse a ir dando saltos de una a otra ribera por la anchura de algunos tramos y la facilidad para resbalar, así que es mejor definir el itinerario por una u otra vertiente antes de comenzar la marcha.
Tan solo hace falta dar el primer paso para entender por qué este rincón a las faldas del Gorbeia se ha convertido en uno de los favoritos del otoño vasco. La caída de sus coloridas hojas cubre cada centímetro de suelo como un manto, el cual solo se ve interrumpido por la suerte de arterias verdes que constituyen las raíces de las hayas cubiertas de musgo. Es ese mismo abrigo natural el que envuelve sus gruesos troncos, de hasta tres metros de perímetro, como si estos árboles centenarios pudiesen resfriarse durante el intenso otoño vizcaíno.
Aunque, si por algo destacan estas hayas por encima de otras de su especie, es por la desafiante verticalidad de sus ramas. En estado natural, el ramaje de estos árboles tiende a la horizontalidad, creando masas tupidas en las alturas donde los brazos de uno y otro convergen ocultando el cielo. Sin embargo, en el Hayedo de Otzarreta las ramas crecen como columnas que pretenden tocar el cielo.
El motivo de esta imponente estructura es el modelado por parte de los carboneros de la zona que, cuando las hayas alcanzaban la madurez necesaria, trasmochaban su tallo central, favoreciendo el engrosamiento de las ramas periféricas durante un periodo aproximado de 15 años. Era en ese momento cuando se procedía a su tala para convertir la madera en el carbón vegetal que alimentaba las estufas y cocinas de pueblos como Ubide, Areatza o el propio Zeanuri. El centro de interpretación de Areatza, a apenas un cuarto de hora en coche, es el mejor lugar para conocer el desarrollo de este oficio en el Valle de Arratia y, además, conocer de primera mano las actividades más recomendables en la zona tras la ruta.
Durante el camino hasta el Humedal de Saldropo resulta difícil no pararse a contemplar la majestuosidad de los ejemplares más longevos, sobre todo si, como muchos que ya conocen el entorno, se aprovecha para disfrutar de una jornada de fotografía. De hecho, es frecuente encontrar a parejas de recién casados que han encontrado en este hayedo el mejor fondo para una sesión posnupcial. No es para menos, pues cuando se recorren estos senderos, el aura mística que desprende cada rincón parece ser el hogar natural de las lamias e ireltxos de las leyendas de estos montes.
La llegada al humedal indica que se ha cubierto la mitad del recorrido, pues hay que desandar el sendero de vuelta al aparcamiento de origen, y resulta el lugar indicado para reponer fuerzas. Por sus tres hectáreas de superficie se distribuyen un buen número de mesas en las que aprovechar para comer un bocadillo o un pícnic y descansar unos minutos antes de emprender el camino de vuelta, con el atractivo añadido de una panorámica en la que apreciar un entorno de alto valor ecológico al ser el hábitat de especies animales y vegetales autóctonas -aunque también se puede planificar una parada gastronómica en el cercano restaurante 'Garena' (2 Soles Guía Repsol)-. Una parada vivificante que invita a planificar otra nueva escapada al Hayedo de Otzarreta cuando la paleta que pinta el horizonte cambie de tonos.
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