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Es este uno de los pocos territorios de los llamados vaqueiros de alzada. Hablamos de un grupo trashumante que viajaba en los meses más fríos a la parte baja de los valles para buscar las cotas más elevadas en los más cálidos cuando su ganado demandaba los mejores pastos de la cornisa. Los últimos vaqueiros desaparecieron a mediados del siglo pasado, pero su legado aún pervive en estas brañas de montaña salpicadas de teitos o pallozas con techos de paja donde se refugiaban los pastores y su ganado, y de un folclore, tradiciones y leyendas particulares.
Desde entonces, más allá de la relevancia turística y natural de este destino, el tiempo ha transcurrido muy lento en Somiedo. Su capital, Pola de Somiedo, de curiosas casas de piedra y carteles que alertan de la presencia del oso pardo en uno de sus reductos, es el lugar para darse cuenta. También para organizar las rutas por esta zona. La nuestra nos lleva a los lagos de Saliencia, pero antes. ¿Cómo hemos terminado aquí?
Desde Oviedo conduciremos por la autopista A-63 rumbo oeste para tomar la carretera AS-15, al pasar Grado, y continuar hacia el sur siguiendo el cauce del Narcea. El del Pigüeña nos guía a través de la pequeña garganta, trazada por su curso y vertebrada por la AS-227, hasta llegar a Pola de Somiedo en algo más de una hora de trayecto desde la capital asturiana.
Estamos en el corazón de este parque natural, como así fue declarado en 1988, que abarca la totalidad del concejo homónimo de 29.122 hectáreas situado en el extremo sur de Asturias. En el año 2000 toda esta zona se protegió, a su vez, como Reserva de la Biosfera por el gran catálogo paisajístico y biológico que estamos a punto de descubrir.
El vértice fronterizo de Somiedo con la provincia de León y la localidad de Torrestío lo marca el alto de la Farrapona. El punto de partida de la ruta de los lagos de Saliencia es, a su vez, “el mejor emplazamiento para avistar osos en el parque”, como explica Alfonso Palazuelos, guía de expediciones en el norte de España para contemplar su fauna salvaje. Además del lobo ibérico, su estrella es este enorme plantígrado, que se cree que cuenta con “cerca de 300 ejemplares en esta zona”, según Palazuelos, de la empresa Viajes por España.
“Sin embargo, al moverse en función del alimento, es difícil dar un número exacto en una zona determinada”, confiesa. ¿Para divisarlos? “Primero, paciencia”, advierte el guía. Después, “habrá que buscar un buen lugar donde situarse con el telescopio y unos prismáticos”, explica. ¿La mejor época en Somiedo? “Los meses de mayo y junio”, según el experto en naturaleza. “En ese momento se concentran en algunas zonas como si fuese una discoteca”, cuenta entre risas.
Además de tratar de encontrar a este escurridizo mamífero, desde el Alto de la Farrapona, situado a 1.708 metros sobre el nivel del mar, se contempla una maravillosa panorámica de la frontera asturleonesa. Hacia el oeste se despliega el valle, esculpido por el empuje del hielo, por el que hemos ido ascendiendo en coche siguiendo la SO-2 después de pasar el pueblo de Saliencia. Hacia el este se yergue en la lejanía el Macizo de las Ubiñas con sus cumbres de caliza cubiertas en su totalidad por la nieve.
En Somiedo los bosques de hayas, robles, fresnos, arces y tilos se reparten por el fondo de las vegas, mientras que en las cotas más elevadas lo frondoso va dejando paso al matorral de brezo y la aulaga. Osos, glaciares, lagos, bosques… A ver quién se acuerda de las Rocosas ahora. Quien quiera llegar hasta aquí desde territorio leonés ha de saber que la vía desde Torrestío hasta la Farrapona no está asfaltada.
Este es un aparcamiento situado en uno de los puertos de montaña más altos de Asturias, donde el viajero se olvida del vehículo y se prepara para uno de los trekking más emblemáticos del senderismo asturiano.
El valle glaciar de Saliencia acompaña al caminante que desciende por la pista bordeando la pared rocosa y el acantilado hasta el mirador de Peña la Cueva. El vuelo del águila real y el buitre leonado atraen nuestra mirada hacia el cielo en esta Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y, hacia el noroeste, lo hace esta gran depresión. A nuestra espalda contemplamos la primera estampa lacustre del lugar. El lago de la Cueva se presenta en medio de este anfiteatro montañoso, que bordearemos para seguir la ruta en ascenso y en zigzag por la ladera de la derecha.
Es este el tramo más exigente de la ruta, que nos lleva hasta la pequeña laguna de la Mina o de Almagrera, el más pequeño de los lagos de Saliencia, que llega a secarse por completo en verano. Junto al camino encontramos restos de construcciones rudimentarias y el tajo en la montaña de una antigua explotación del mineral de hierro. Se trata de la mina de Santa Rita, que se mantuvo hasta 1978 y que es la responsable del color rojizo de las aguas del lago de la Cueva, que observamos desde su mirador.
Por fin hemos llegado a una meseta entre laderas donde suele pastar el ganado en libertad. La pradera de Cerveriz nos muestra a la izquierda el lago del mismo nombre bajo las cimas de los Picos Albos, que superan los 2.000 metros de altura. En esta época del año no es de extrañar que estén totalmente cubiertos de nieve y que los lagos se mantengan congelados, para deleite del caminante y para tener cuidado con los resbalones por la senda.
Rumbo este, nos acercamos al lago de Calabazosa, que aparece con sus aguas de color oscuro y atrapado entre laderas que descienden hasta la misma orilla. Es conocido también como Lago Negro y su color es debido a su gran profundidad, que supera los cincuenta metros de calado, convirtiéndolo en el más profundo de la Cordillera Cantábrica. En este punto el viajero tendrá que decidir por cuál de las opciones de ruta por los lagos de Somiedo se decantará. Todas ellas parten y concluyen en el alto de la Farrapona.
La senda más corta es de ocho kilómetros y dos horas, y nos muestra los tres de los lagos de Saliencia y la laguna de la Mina en poco más de dos horas. El recorrido circular concluye bordeando el lago de Calabazosa y la cara oriental del de la Cueva.
Por otro lado, está la ruta de 13 kilómetros y cinco horas de caminata que nos lleva, además, a contemplar el lago del Valle desde el final de la Majada de Cerveriz, a mitad del itinerario. Esta es una de las panorámicas más emblemáticas del Parque Natural de Somiedo, donde se aprecia toda la garganta del río del Valle bajo un circo de montañas. El camino de vuelta nos lleva por la vertiente oriental, una vez más, del lago de Calabazosa y de la Cueva hasta la Farrapona.
La más larga y completa de las tres abarca un recorrido de 18 km y seis horas y media de trekking no apto para novatos. Desde el mirador del Valle continuamos hasta su base, donde aparecen los famosos teitos con sus techos de escoba hasta llegar al lago del Valle. Esta laguna primitiva, vestigio de la última glaciación, ocupaba la depresión al pie del circo montañoso. Las obras realizadas para su aprovechamiento han reducido su capacidad y su calado, que rondaba los 15 metros, pero no le han quitado un ápice de su atractivo pastoril.
El lugar idóneo para un pícnic y para mentalizarse antes de volver a ascender la montaña. Entre paradas para tomar aliento y para otear la vaguada en busca de osos, continúa la travesía para acariciar el contorno de los Picos Albos (oriental y occidental) y alcanzar los lagos de Saliencia por la cara opuesta de nuestro primer encuentro. El conjunto lacustre de Somiedo está formado por los de Saliencia y el del Valle y está declarado Monumento Natural. Quien viene hasta aquí descubre un escenario idílico que aún resiste al empuje del turismo, incluso en temporada, y que guarda para el viajero la esencia más salvaje del suroccidente de Asturias.
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