Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Brilla el sol en la isla de la Palma y las fumarolas que desprende el cráter de Cumbre Vieja se ven nítidamente desde el mirador de Tayuja, en El Paso. “El Tajogaite aún sigue activo. Se encuentra en el proceso natural de desgasificación que lo hará apagarse definitivamente”. Lo cuenta Luca Jean Bellomo, un joven francés que vivió muy de cerca la erupción del volcán el 19 de septiembre de 2021. Su casa fue una de las que desaparecieron bajo la lava.
Luca es guía oficial de media y baja montaña de La Palma Natural. Su reloj marca las nueve de la mañana, hora en la que cita a su grupo en el Centro de Información Turística de El Paso. Desde allí les conducirá hasta el Parque Natural de Cumbre Vieja donde, a través de una visita interpretativa, descubrirán el sobrecogedor paraje virgen del Tajogaite hasta llegar a 150 metros del cono volcánico.
La ruta comienza en el Llano del Jable y recorre cinco kilómetros por un sendero circular muy bien delimitado con apenas 140 metros de desnivel. "Son tres horas de ruta, y aunque no es complicada, el suelo que pisamos no es firme y requiere un poco de esfuerzo", comenta Luca que, antes de iniciar el paso, dibuja sobre la ceniza negra la silueta de isla de La Palma.
Con su bastón de madera divide la isla en dos, muy bien diferenciadas por su edad geológica. “El norte, formado por la Caldera de Taburiente, tiene dos millones de años de antigüedad; y el sur, la parte de Cumbre Vieja, 125.000 años. Es como hablar de un anciano de 70 años y un niño de dos respectivamente”, cuenta el guía parisino mientras señala a lo lejos unas marcas blancas sobre la montaña, que revelan el lugar donde se ubica el Observatorio de los Roques de los Muchachos.
“En la parte norte no hay erupciones desde hace más de 300.000 años, está completamente apagada. Sin embargo, la zona de Cumbre Vieja y el Pico de Bejenado tiene un vulcanismo muy activo. Desde que hay registros, ha habido ocho erupciones: la más antigua fue la del volcán Tacande o "Montaña Quemada" -previo a 1492-; y la más reciente -antes del Tajogaite- la del Teneguía en 1971, en la punta sur de la isla. Conocido como el volcán Noble, su erupción fue directamente al mar sin apenas destrucción”, explica Luca, que llegó a Canarias hace ocho años.
“Tajogaite es una palabra aborigen que significa montaña rajada. Y es lo que hizo literalmente la tierra. El vulcanismo en esta zona no es de placas tectónicas, si no de puntos calientes: el magma de la tierra busca una fisura para salir hacia la superficie y el volcán puede aparecer en cualquier lugar”, cuenta ante la sorpresa de sus visitantes. "No estamos ante un volcán clásico, sino ante uno monogenético con ocho cráteres casi alineados que nunca volverá a tener una erupción”, añade.
Ninguna otra erupción registrada había durando tanto como la de Cumbre Vieja: en total 85 días, "un tiempo en el que el volcán emitió más material que los siete anteriores juntos”, desvela el guía, que cataloga la erupción de estromboliana -con fuentes de lava y explosiones regulares- y freatomagmática -debido a que el magma tuvo contacto directo con un acuífero subterráneo-. "Fue tan explosiva que el material expulsado alcanzó los cuatro kilómetros de altura, y la ceniza llegó hasta los tejados de la isla de Gran Canaria", apunta el joven con un leve acento francés que se mezcla con el canario.
Luca hace que la visita sea amena e interactiva. Juega a que sus visitantes adivinen cuántos metros de material volcánica hay bajo sus pies. Alguno casi lo adivina. “En el punto más alto del suelo que pisamos hay hasta seis metros de piroclastos acumulados, un material procedente de la fragmentación del magma que incluye desde ceniza volcánica -lo más diminuto-, hasta lapilli, bombas volcánicas y bolas de lava. Las bombas son expulsadas por el aire debido a los gases -"algunas llegaron a tener el tamaño de una guagua"; mientras las bolas van rodando por la colada y ensanchándose, “como si fueran bolas de nieve, pero de fuego”, explica.
La figura del volcán aparece imponente ante nosotros. “No es precisamente como la dibujaría un niño, ni un adulto”, dice Luca riéndo. El cráter principal aparece pintado de varios colores brillantes: verde, amarillo, marrón rojizo… “Esto se debe a los sulfitos, sobre todo al azufre que cristaliza cuando supera los 200 grados de temperatura. El marrón rojizo se debe al alto contenido de hierro oxidado de la lava depositada en los lados. Y lo que parece nieve es carbonato cálcico acumulado”, aclara el guía.
Del cráter principal y del secundario emanan vapor de agua y gases: monóxido de carbono, dióxido de carbono y dióxido de azufre, “un cóctel letal” para el ser humano. Para garantizar la seguridad de las visitas, se controla la calidad del aire cada día. “La situación más preocupante es que los gases están saliendo muy lejos del volcán, a siete kilómetros, en la costa, lo que ha provocado la evacuación y cierre de dos municipios: La Bombilla y Puerto Naos. Desde el 19 de septiembre de 2021 son dos ciudades fantasmas”, lamenta Luca, que también resalta cómo la zona destruida por la colada del volcán, el Valle de Aridane, era la más turística de la isla. “Aquí se vive 50% del plátano y 50% del turismo, y esto fue un duro golpe para la economía de La Palma".
Avanzamos hasta una ladera desde donde se contempla todo el recorrido que hizo la colada hasta el mar. Allí formó un delta lávico de 46 hectáreas bajo el agua. Se ve el puerto de Tazacorte a lo lejos, la montaña de La Laguna y la de Todoque. “Esta foto nos permite entender muy bien la envergadura de lo que arrasó el volcán. Los 12 kilómetros cuadrados de este manto de lava borraron del mapa más de 3.000 edificaciones, de las cuales, más de 1.300 eran viviendas”, especifica el parisino, que anima a conducir por las carreteras nuevas que cruzan esta colada que en algunos puntos llega a tener 60 metros de altura. Los Llanos de Aridane fue la población más afectada.
Aún se ven pinos con troncos chamuscados por la erupción, aunque afortunadamente, la mayoría ya se está recuperando. "Estamos ante un super pino canario. Unos auténticos sobrevivientes que a las cuatro semanas de terminar la erupción ya empezaron a rebrotar con las primeras lluvias. No sólo aguantaron el volcán, si no también dos episodios de lluvia ácida en diciembre y una acumulación de ceniza en el aire que llegó a tapar la luz del sol, evitando la fotosíntesis", explica Luca, que invita al grupo a descubrir las diferencias entre las acículas del pino canario y la del europeo.
"El canario tiene acículas con tres aguijones finos en lugar de dos, son planas y mucho más largas para captar humedad. Están adaptadas al paisaje volcánico", desvela. También hay higueras, cuenta. "Cubiertas por la ceniza, no sufrieron la lluvia ácida y al ser de hoja caduca, tampoco necesitaron hacer la fotosíntesis. Hay veces que el olor a higo supera al de azufre", sonríe el guía que lleva desde agosto de 2022 realizando esta ruta que le apasiona.
Luca recuerda los días previos a la erupción, "precedida por diez enjambres sísmicos y un terremoto de 5.1 grados que la gente sintió incluso conduciendo. Ocurrió cuatro horas antes de reventar". Con todo, la erupción de un volcán es algo hiptonizante, una experiencia en la vida que muchos mayores de la isla han contemplado tres erupciones: la del volcán San Juan (1949), la del Teneguía (1971) y la del Tajogaite (2021). "Lo que nadie se imaginaba es que durara tanto".
El parisino habla de ese ruido ensordecedor que no cesaba nunca; de esos tornados de película que se hacían sobre la colada por la diferencia de temperatura entre la lava y el aire; o esas burbujas de gas que salían del cráter y que al explosionar, causaban una ola de expansión. Pero lo que más recuerda con absoluto asombro son las tormentas de rayos de luz, azules y blancos, que salieron del volcán hacia el cielo durante dos semanas seguidas. Fue un bellísimo espectáculo de la naturaleza.
Luca no pierde la sonrisa y se muestra optimista con el futuro de esta zona de la isla. "El volcán fue una pesadilla social y económica, pero ahora tiene que convertirse en un recurso para La Palma", reflexiona. "Expertos islandeses calculan que la isla podría autoabastecerse con la energía geotérmica del Tajogaite, además de ser un lugar accesible y cómodo para el interés turístico y científico". Un nuevo volcán que ha transformado el paisaje de una isla jurásica donde las fuerzas de la naturaleza siguen muy vivas.