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Siete kilómetros y tres horas de naturaleza en las que podemos ser testigos del nacimiento de un río, nos podemos bañar en él y tocar las cascadas que se forman por el camino, en el que tenemos que atravesar túneles y puentes creados para poder acceder a las laderas. El plan apetece, y más sabiendo que se puede hacer en familia.
Es lo que ofrece la singular senda de la Hidroeléctrica, en Láujar de Andarax (Almería), una ruta entre sendero y camino forestal que discurre en zigzag junto al canal que llevaba antiguamente el agua a una central eléctrica -La Fabriquilla- que abastecía de energía a los pueblos de la zona. Ahora, esa Fabriquilla, el edificio de la antigua fábrica de luz, es un restaurante y todavía mantiene en el exterior restos de los tubos que conectaban el caudal del agua en salto hasta la antigua turbina.
En el camino se encuentran recuerdos de la época en la que la obra hidráulica estaba operativa, como tuberías o los mecanismos para encauzar el agua. La senda tiene un recorrido circular que se inicia en el área recreativa del Nacimiento del río Andarax. Allí hay aparcamiento, dos restaurantes -‘Nacimiento’ y ‘Fabriquilla’- y amplias zonas para pasar el día, pero la aventura llama.
El recorrido puede realizarse en dos direcciones: se puede comenzar subiendo por el sendero, o bien ascendiendo -se puede, también, en vehículo- la pista forestal a lo largo del río hasta llegar al comienzo de la ruta. Todo está señalizado con letreros de madera y las marcas del sendero son blancas y amarillas.
Uno de los beneficios para el descanso que aporta este lugar es que está fuera de toda cobertura. Una vez que se alcanza el área recreativa, adiós a las llamadas y a los mensajes. Tan es así que, si se opta por almorzar en alguno de los dos restaurantes, hay que abonar las consumiciones con dinero en metálico, porque el datáfono no responde.
El teléfono queda ya sólo para tomar fotografías. Muchas de ellas tendrán a la vegetación como protagonista. Esta serpentea siguiendo el curso del río y se pueden encontrar alisos, sauces, chopos, majuelos, madreselvas o zarzas, además de castaños, encinas y carrascos. Se trata de un conjunto vegetal de gran colorido que contrasta con el verde del denso pinar de repoblación que cubre ambas laderas.
El primer tramo es empinado y en él se pueden encontrar las tuberías que conducían el agua en pendiente, además de túneles y acequias en mejor o peor estado. Las lluvias torrenciales de la primavera dejaron impracticable esta ruta y hubo que esperar un tiempo hasta que todo estuviera a punto, algo que ocurrió a las puertas de las fiestas de Semana Santa. Dos de los grandes atractivos que tiene esta senda son sus puentes -uno de ellos tuvo que ser reconstruido-.
La acequia, el elemento principal de esta senda, discurre por la ladera izquierda del río y, según los tramos, se puede caminar por su interior, algo aconsejable si el visitante tiene vértigo, aunque en ocasiones no se permite esa opción y se ha de caminar al lado de la acequia. El recorrido es seguro porque en los tramos de mayor dificultad, como el acceso al puente que sobrepasa la cascada de mayor tamaño, en la confluencia con el barranco del Horcajo, una ancha barandilla de acero ayuda a hacer certeros los pasos.
Otro lugar para fotografiar es la presa de la Murilla, donde se encuentran algunos de los mecanismos para encauzar el agua y merece la pena hacer el ejercicio mental de imaginar las acequias repletas de agua y el proceso para convertir la caída del agua en energía eléctrica. Esta parte de la acequia está rodeada de pino carrasco, encina, olivo, torvisco y diversos tipos de matorral, jaras, retama, tomillo, romero, esparto; todo un abanico de olores y sensaciones en mitad de la sierra alpujarreña en la que no va a sonar el móvil.
La senda de la Hidroeléctrica confluye con otras rutas de diversa dificultad, como la senda del Aguadero -de 15 kilómetros-, que discurre junto al río, o la senda de Monterrey, de unas tres horas de duración. Parte de este último trazado se puede vislumbrar desde una de las zonas naturales de descanso de la senda que nos ocupa, que es la era de Chillo, un lugar donde se trillaba el cereal y en el que ahora se puede contemplar la sierra alpujarreña y, al fondo, la Sierra de Gádor.
El sonido del agua acompaña durante todo el recorrido y es, además, una constante en Láujar de Andarax, un municipio en el que merece la pena ver sus fuentes o pilares, como les denominan. El de los 4 Caños, de la Cañada, el centenario de la Barandilla, la fuente de San Antonio, el pilar de San Blas o el pilar del Calvache conducen el agua que da vida y dio luz a este pueblo con solera.
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