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Es domingo y el buen tiempo acompaña. No se nos ocurre mejor plan que disfrutar de un largo paseo, desconectar de la ciudad y, por qué no, hacer un picnic sobre la hierba. Quizá subirnos a la bicicleta, todo es posible. Y todo a tiro de piedra. Vitoria tiene una suerte de Anillo Verde que es una de las zonas recreativas más populares de la ciudad; un pulmón natural para el que no hace falta desplazarse en coche y accesible desde cualquier punto de su zona urbana. Un total de 833 hectáreas de parques se extienden en el perímetro, todos ellos diferentes, con senderos para perderse, grandes praderas, riberas, miradores… Y, aunque aún hay una zona en proceso de restauración, ya es posible dar la vuelta completa en un itinerario de 33 kilómetros. Se prevé que una vez terminado supere las 900 hectáreas.
Esta maravilla es el resultado de un ambicioso proyecto que se puso en marcha a principios de los 90, cuyo objetivo pasaba por restaurar y revitalizar la periferia de la ciudad. Para ello se ideó un gran paraje verde, capaz de sostener una diversidad natural impagable que pudiera estar disponible para el uso público. Hoy, muchos de sus tramos están reconocidos internacionalmente como espacios protegidos por su alto valor y puede presumir de haber ostentado el título de Green Capital europea en el año 2012.
Si bien la vuelta se completa en 33 kilómetros hay hasta 90 km transitables en todo el anillo, pensados tanto para peatones como para ciclistas. Senderos sencillos para toda la familia que además son una estupenda oportunidad para que los pequeños de la casa descubran y aprendan mientras disfrutan de la naturaleza. Tenemos claro el plan y lista la mochila. ¿Por dónde empezamos?
Se extiende en la zona este de la ciudad y tiene una superficie de más de 200 hectáreas. Se trata de una zona de humedales con varias lagunas, conectadas por diferentes itinerarios, y cuenta con un centro de interpretación (Ataria) y dos observatorios de aves. Hace siglos se desecó por completo para convertir esta rica zona en campos de cultivo, pero gracias a la intervención iniciada en 1994 se consiguió recuperar el esplendor que la propia naturaleza había elegido para ella. Recuperado el ecosistema, volvió su fauna y su flora. Hoy es uno de los humedales continentales más valiosos del País Vasco. Todas las especies que viven en Salburua son de origen silvestre salvo una manada de ciervos y se encuentra en la ruta migratoria de numerosas aves, de ahí su importancia ornitológica. Se puede descubrir a través de sus paseos y rutas señalizadas.
Si seguimos la ruta hacia el sur, el siguiente parque con el que nos topamos es Las Neveras. Funciona como conexión entre Salburua y Olarizu, a modo de corredor natural. Tiene menor envergadura pero un detalle que lo hace único, las panorámicas que regala su cerro, desde donde se puede divisar Puente Alto, la llanada alavesa o la silueta del pueblo de Arkaia. Aparcas el coche cómodamente y llegas por unas escaleras anchas y de buena accesibilidad. También hay una rampa para bicicletas, carritos o personas con dificultad para subir peldaños. Recibe este nombre porque antiguamente había unas neveras en las que se almacenaba nieve para venderla como hielo, antes de que se inventaran los congeladores.
Continuamos esta ruta tomando como referencia las agujas del reloj y llegamos a este parque, cuyo gran tesoro es el jardín botánico homónimo. A su entrada nos encontramos con una balsa, que se puede cruzar por una pasarela, y una pequeña colina a modo de mirador con el Alto de Olarizu como escenario. El parque se extiende a lo largo de 120 ha y fue creado con el objetivo de "conservar, divulgar y poner en valor la biodiversidad vegetal local, regional, europea y global", tal y como explican desde el Ayuntamiento de la ciudad. Están representados los principales bosques del continente y cuenta con más de mil especies diferentes, que puedes descubrir en profundidad gracias a las actividades que se organizan regularmente. Se considera la joya del Anillo Verde, por su riqueza paisajística y por su labor divulgativa.
Nos dirigimos ya hacia la zona suroeste de la ciudad. Allí nos esperan más de 160 ha de bosque de quejigo, también conocido como roble carrasqueño, que conecta la parte urbana con los Montes de Vitoria. Precisamente esta función conectora es donde reside su gran valor ambiental. Además de quejigos se distinguen arces, majuelos, brezos, escobizos o enebros. Ofrece diferentes rutas, casi mágicas, algunas espesas y otras con claros, diversidad que permite una rica fauna. Armentia es perfecto si tu plan pasa por hacer un pícnic; en la zona de la entrada hay una extensa y agradable pradera con mesas. Y después, un paseo en familia de más o menos una hora de ida y vuelta por el interior del parque. Desde el bosque también se puede acceder a los restos de la Torre de Eskibel (814 metros de altitud máxima), defensa del siglo XIX, o los Montes de Vitoria (1,030 metros de altitud máxima).
El costado oeste de Vitoria está perimetrado por este parque, que representa una de las grandes obras de restauración de todo el anillo. Lo que en su día fue un área especialmente degradada, llena de graveras, hoy es un espacio natural único. Tiene un bosque-isla integrado en un mar de cultivos. También praderas, lagunas y suaves lomas. Con suerte podrás ver liebres, mirlos o petirrojos y de sus árboles cuelgan cajas nido que se han colocado con el objetivo de facilitar la cría y supervivencia de muchas especies de pájaros. Como el resto de parques, cuenta con senderos y rutas para recorrer a pie o en bicicleta.
Zabalgana y Salburua (parque en el que hemos arrancado este recorrido) se unen con un corredor que se extiende en toda la cornisa norte. Recibe el nombre de Zadorra por el río que lo articula y está dividido en diferentes áreas, algunas de ellas en proceso de construcción. El objetivo es crear un parque fluvial de 13 kilómetros que actúe como eslabón definitivo del Anillo Verde. Actualmente cuenta con 132 ha ya rehabilitadas y se prevé que, una vez terminado, alcance las 213. Ya podemos disfrutar, por ejemplo, de la zona de Zadorra-Gamarra, donde acabamos esta particular ruta verde sin salir de la ciudad. Cuenta con grandes explanadas donde beberse el sol, senderos amplios y zonas recreativas para los más pequeños.