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Siempre les pido a los protagonistas de las historias que contamos en esta Guía que nos regalen una receta típica, una que les resulte especial, que les lleve a la infancia, que signifique algo para ellos, que resuma de alguna manera su lugar de origen, su carácter en la cocina. Les pido también que sean platos que se puedan hacer en casa, con ingredientes fáciles de encontrar.
Aquí va un menú con cítricos que descubrimos gracias a la visita a la finca de Vicent Todolí, en Palmera, Valencia: una pasta y un sorbete de limón. Otro menú contundente con un entrante, la titaina, y un arroz, el de acelgas, típicos de esta parte del Mediterráneo. Un postre de un francés que llegó para quedarse, la tarta de queso, y un otro que requiere sosiego (que necesitamos) y tiempo (que tenemos): el dulce de membrillo de las monjas del convento Iesu de Godella, en Valencia. Y de paso os recordamos esos lugares fantásticos que podremos volver a visitar en cuanto acabe todo.
Estuvimos en esta masía apartada y silenciosa de siete habitaciones, 'Finca Micalas', con vistas a la Sierra de Mariola. Regentada por Stephane e Ylena, me recibieron con un brownie de chocolate casero, hecho por él, con nueces de sus propios nogales Ahora no podemos disfrutar de ese lugar, pero en cuanto acaben estos días raros, lo recomendamos. Mientras tanto compartimos de nuevo la tarta de queso con la que Stephane nos obsequió, para que la probemos en casa.
Las monjas contemplativas del convento Iesu Communio llevan décadas elaborando tartaletas, hojaldres, pastas de té, de mantequilla, chocolates, bombones, brownies, dulce de membrillo… Pasamos un día con ellas para compartir ese proceso de creación de los dulces (que, también cuando todo esto pase, podemos comprar online, en su fantástica web, o en la propia tienda del convento). Les pedimos la receta del dulce de membrillo. La compartimos tal cual nos la pasaron porque hasta la manera de contarla es sencilla. Además, como el membrillo ha de estar 15 días secándose, esta medida del tiempo nos irá bien para contar los días metidos en casa, con un buen y dulce objetivo.
El cocinero Javier Andrés, que además es filósofo, tuvo clarísimo qué plato quería compartir con nosotros cuando estuvimos en su restaurante en el puerto de Valencia: el arroz con acelgas. "Todo el mundo debería probarlo y aprender a hacerlo. A mí personalmente me lleva a la infancia, a mi madre, que lo hacía a menudo y le salía de lujo. Tardé años en hacerlo. Y doy fe. Un plato especial, único.
La acelga es el vegetal menos reivindicado, es paupérrimo pero, en cambio, pruebas este arroz y dices: 'es perfecto'. ¿Le pondrías algo más? No. Es típico de la zona de la huerta de Valencia, solo de Valencia, de zonas muy localizadas. De una pureza, de un minimalismo y de una inteligencia totales", explica el cocinero. Ama tanto este plato que desearía ponerlo en la carta de manera permanente. "Pero la gente no lo pide. Si pusiera Arroz con acelgas y gambas lo pedirían, pero me niego", nos contó Javier, mientras nos regalaba su manera particular de llevarlo a cabo.
TIEMPO DE PREPARACIÓN. 55 min.
En la finca de naranjos de la familia, el comisario de arte Vicent Todolí montó hace cinco años un huerto con cítricos de todos los lugares del mundo (400 variedades tiene), como homenaje y como legado. Quería un jardín útil, que sirviera. En esa visita nos habló de un libro delicioso: El país donde florece el limonero. La historia de Italia y sus cítricos, de Helena Attlee.
Y de él sacamos estas dos recetas, como la pasta con salsa de naranja y limón, que la autora italiana probó en Settignano, un pueblo del norte de Florencia, en un diminuto restaurante y vinoteca llamado 'Enoteca la Sosta del Rossellino'. Fue el propio cocinero, Damiano, quien le recitó la receta sin temor alguno. No sabía Damiano que aquella receta viajaría hasta mi propia casa, en esta parte del Mediterráneo, y ahora a la de todos los lectores de esta guía.
Helena Attlee recuperó esta receta de uno de los libros de cocina más importantes del siglo XVIII, Il Cuoco Galante, de Vincenzo Corrado. Hemos convertido las libras en nuestro sistema de medida, donde habla de un paño de lino, yo he usado un colador fino. Una buena batidora en lugar de mi brazo, claro, que estamos en el siglo XXI. Y un buen congelador. Es muy interesante observar lo laborioso que era en aquel tiempo elaborar un sorbete. Quiero pensar que el de Corrado y el que vais a hacer vosotros son igual de deliciosos.
En el 'Trinquet de Pelayo', en pleno centro de Valencia se jugaba a la pilota, un deporte autóctono, y en su barra, mientras tanto, se podía picar algo. Abrió hace 150 años, y tras varios cierres temporales, hace dos años, en enero de 2018, reabrió remodelado y actualizado. Es uno de los pocos lugares del centro de la ciudad donde se puede comer gastronomía tradicional, (sin estar enfocado al turismo de masas). El frontón sigue en pie, y en activo, y su cocina la regenta Pablo Margós. El día que comimos allí probamos su titaina, y luego él me chivó la receta. Que es esta:
Las claves: hacer un sofrito rico y utilizar un buen atún.
Le añadimos el azúcar y, sin parar de remover, lo cocinamos durante unos 20 minutos a fuego lento.
Añadimos el sofrito del día anterior y rallamos encima los huevos duros. Lo mantenemos al fuego unos cinco minutos más, lo dejamos reposar un poco y ya está listo para servir. La titaina, claro, se come con pan, en tostadas por ejemplo.
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