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El chocolate, Theobroma cacao L para los expertos es, dentro de las bebidas estimulantes, la primera en llegar a Europa occidental para sumarse al vino y la cerveza en su cometido de acompañar comida sólida más o menos contundente y alegrar el ánimo.
Esta bebida ha sido considerada, como indica el significado de su nombre científico, "alimento de los dioses" por los aztecas y otros pueblos mesoamericanos. Según el conquistador Bernal Díaz del Castillo, al emperador Moctezuma le servían jarros grandes hechos de buen cacao con su espuma. El chocolate, como la bebida que era, fue admitido de inmediato en las costumbres de los españoles en América y en la península.
Los artesanos se aprestaron a diseñar chocolateras, molinillos –para reproducir la espuma de la que hablaba Bernal Díaz del Castillo y que, según él, los indígenas provocaban vertiendo el chocolate desde cierta altura de un jarro a otro– jícaras de loza, de porcelana, de oro o de plata en que servirlo –a imitación de las calabacitas vaciadas, jícaras, que se utilizaban entre los pueblos americanos– y hasta platos en los que posarlas, las mancerinas –en sustitución de los rodeos que servían para que las jícaras originales no se volcaran y vertieran su contenido por su fondo redondeado–.
Estos platos, de los que hay muestras en muchos museos españoles, los inventó el marqués de Mancera, de ahí su nombre, virrey que fue de la Nueva España (1664-1673) después de ostentar el mismo cargo en el virreinato del Perú.
El chocolate a la antigua usanza española se elaboraba con agua, como en América, por lo que se podía servir durante las abstinencias sin lacticinios (lácteos y huevos), perfumado con canela o con vainilla, todos ellos productos vegetales que en nada disminuyen los efluvios energéticos que produce la poción mágica americana. Tales potencias, que estimulaban los deseos de la carne, levantaron no pocas sospechas entre las autoridades eclesiásticas que, entre los siglos XVII y XVIII, estuvieron a punto de prohibirlo durante las abstinencias.
Se servía, cuando no era día de lacticinio, junto a un vaso de leche fría y azucarillos, piezas deliciosas que aún se expenden en algunas confiterías del centro de ciertas ciudades de España.
Cuando pasó a Europa, a través de los Pirineos orientales, según algunos autores, se comenzó a preparar con leche, y así se sirve desde entonces en las capitales europeas y ahora en España también. En nuestro país los picatostes de pan candeal, buñuelos, churros, porras y tejeringos son hoy los acompañamientos más clásicos del chocolate, pero antes, en las mesas refinadas, lo fueron los bizcochos de soletilla y otros dulces, como la colineta.
La colineta es un dulce extraño, entre bizcocho y mousse, una delicadeza increíble que sorprende a quien lo prueba. Es de la misma familia que el gató mallorquín, pero menos denso porque tiene menos almendra. Esponjoso como un bizcocho, llegando casi a mousse por su jugosidad. Es un clásico de las meriendas bilbaínas para no dejar caer en el olvido.
La palabra "colineta" se utiliza también para nombrar a los platos para dulces de dos o tres pisos unidos por una pieza central. Curiosamente este es el mejor plato para servir una merienda tan deliciosa como esta.
PARA 4 PERSONAS
TIEMPO DE ELABORACIÓN: 40 minutos
La colineta se cuece mucho mejor en moldes alargados que redondos por razones que no puedo comprender, ni conozco, ni me he preocupado de investigar. Pero es así.
Los bizcochos de soletilla fueron de los dulces más clásicos para servir con el chocolate en nuestro país. Las mancerinas, que tuvieron en sus inicios, como aún conservan en algunos casos, la forma de una concha de vieira, con los canales irradiando hacia el exterior, sirvieron también para colocar los bizcochos en ellos mientras se tomaba el chocolate.
PARA 20-24 BIZCOCHOS
TIEMPO DE ELABORACIÓN: 35 minutos
Son muy habituales en los países de tradición germana las piezas en formas diversas de bolsa para rellenos salados y dulces con masas diferentes según los casos. No podía faltar la representación de la dulcería austriaca para acompañar el chocolate. Estos son buenísimos y también se pueden preparar con masa quebrada dulce en lugar de con hojaldre, aunque sea un poco más de trabajo. Quedan muy buenos siempre.
PARA 4 PERSONAS
TIEMPO DE ELABORACIÓN: 50 minutos
Los hatillos se pueden colocar sobre moldes no muy altos de tarteletas individuales pequeñas, para que guarden una forma más cerrada y evitar que se desparramen por las cuatro aberturas la mermelada o la mantequilla con azúcar.
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