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Ambiente señorial en el verde omnipresente
Llegar a Canejan es terminar un viaje. La ruta hasta la Val d'Aran culmina las expectativas de introducción al mundo mágico del Pirineo y en esta población uno siente que la propuesta es ya definitiva. Paisajes inmensos, un valle a los pies, las cimas blancas en el horizonte y un entorno rural de piedra, pizarra y cultura ancestral. La esencia de la huida al norte en una postal que invita el viajero a quedarse y convivir con sus apenas cien vecinos.
A una altitud que roza los mil metros, el pueblo se encarama desde la orilla del Garona hasta los altos prados de Liat en una loma que domina el valle del Toran. Las construcciones, que desprenden un aire señorial de fachadas color crema y amplios tejados a dos aguas, se agrupan en torno a la moderna iglesia de Sant Sernilh , que marca el punto más alto del pueblo. En el interior, una pica bautismal de mármol decorada da muestra que este fue un pueblo con orgullo señorial.
Este es un entorno de excursiones obligadas entre el verde omnipresente y el agua desbordante. En las inmediaciones del pueblo se levanta un abeto monumental catalogado que mide 22 metros de altura y más de cinco de diámetro.
El amor a la tradición milenaria adquiere su máxima expresión en fiestas populares como la de los Barbacans, a final de febrero, con la representación de personajes de la mitología local.