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El esplendor del siglo XIX: viñas, modernismo y un funicular histórico
El Castillo de Gelida y la Iglesia de Sant Pere forman un conjunto fortificado que data del siglo X, situado en un farallón rocoso que domina el municipio de Gelida. En origen, fue una fortaleza de frontera que en el siglo XVI se convirtió en palacio residencial y fue definitivamente abandonado en el siglo XVIII. Hoy se visitan las dependencias gracias a la gestión del Ayuntamiento y de la Asociación de Amics del Castell, que también propone itinerarios para conocer el resto de patrimonio de Gelida.
El centro de la ciudad se estructura en torno a la Iglesia Parroquial de Sant Pere, construida a finales del siglo XIX sobre la capilla románica de Sant Miquel. En aquella época Gelida vivió un gran auge económico gracias al negocio vitivinícola, se inauguró la línea ferroviaria y se convirtió en destino de veraneantes procedentes de la cercana Barcelona. Se construyeron entonces numerosos edificios modernistas, viviendas y edificios civiles, que hoy forman uno de los grandes atractivos de la localidad, con su cerámica vidriada, trabajos de forja e imaginativos ornamentos.
No hay que perderse el tradicional funicular de madera, obra de Santiago Rubió i Tudurí, que se inauguró en 1924 y que ayuda a salvar el desnivel de 103 metros que hay entre el barrio de la Estación y el centro del pueblo en unos ocho minutos. Los alrededores están moteados de masías que destacan entre las viñas. El territorio es rico también en vestigios megalíticos y romanos y una actividad muy recomendable es la excursión por las numerosas fuentes, todas ellas situadas en bonitos parajes.