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La vitalidad de las chimeneas 'mudas'
La ciudad que hace cien años era la Manchester de Cataluña y que, antes aún, era la meca del textil, sigue presente en unas chimeneas ahora limpias y silenciosas que recuerdan el pasado con orgullo ante el visitante. El municipio barcelonés que un día olía a carbón y gas, "huele" ahora a tecnología, a parque e, incluso, cuando se dan unos pasos hacia afuera, a campo y huerta en el Museo de la Vida en el Campo; una cebolla es el centro del escudo de la ciudad. Su paisaje histórico se plasma en dos torres, la modernista del Agua y la cristiana de la iglesia de Sant Félix, que nos lleva al centro donde el moderno Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont cohabita con las antiguas residencias señoriales y casas-fábrica que viven una segunda vida como centros culturales. La Casa Ponsà alberga el Archivo Histórico, en la Turull se encuentra el Museo de Arte y la Historia de Sabadell se exhibe en la de Antoni Casanovas, mientras la Casa Durán –monumento histórico-artístico– resiste como el mejor ejemplo de la arquitectura renacentista.
Este paseo por sus calles principales también conduce hacia el arquitecto Juli Batllevell, autor de la llamativa fachada modernista de un hotel que ya no cobija huéspedes, el Suizo, y de la antigua sede de Gas Natural, ahora Museo del Gas, con su memoria evocadora de reminiscencias industriales. Un punto de partida histórico que enlaza con el parque de Cataluña, pulmón de la ciudad de modernas instalaciones, con vías férreas de diseño doméstico para el disfrute de familias y visitantes. A las numerosas zonas verdes se suman el parque recreativo de Sant Oleguer y, en las afueras, el Parque Agrario denota la tradición ganadera y de cultivos que delimita la idiosincrasia costumbrista de un municipio lleno de vida tras sus chimeneas mudas.