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No hay ruta más bella que aquella que asciende hasta el cielo… Así ocurre en Sopela. La bóveda celeste se acerca cuando se recorren los veintitrés kilómetros de piedra que la separan del Cantábrico. Son sus famosos acantilados, unos gigantes de piedra que respaldan la costa. Ellos, con su fuerza y apostura han sido capaces de frenar al mar, uno bravo que pelea en los días ventosos con sus embestidas de olas. El camino comienza en la playa de Barinatxe, uno de esos lugares en los que el Cantábrico creó una bella zona de costa, una que tiene la tranquilidad de una de esas playas que se saben interesantes. Sin embargo, junto a ella y durante diez minutos, el camino se vuelve de piedra y se sube a la loma, es entonces cuando un desierto rocoso abruma al senderista que contempla en la cima de estos gigantes una escena maravillosa: la del mar luchando contra la roca. Se extienden desde punta Solondota y desde Atxatoli hasta Meñakoz, senderos que caminan por el cielo de las playas, vestidos de escarpes rocosos. Desde las alturas resulta fácil distinguir el extraño vuelo de nubes blancas. Son los parapentes que se aventuran al viento de la localidad, ese que mece olas y que a veces duerme en la época estival. El camino de los escarpes es sencillo y cómodo, solo hay que mirar y disfrutar. La playa de Atxabiribil también supone un bello comienzo para conocer las montañas escarpadas que a veces le ponen la voz a las playas cuando el agua intenta romper la piedra en mil pedazos. Aunque está claro que no puede con estos gigantescos hombres de piedra. Ellos siempre consiguen ganarle la partida al salino mar de Bizcaia, manteniendose erguidos e insondables.
Playa de Sopelana, Vizcaya
944065519
http://turismoa.sopelaudala.org/