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La nieve parece convertirse en un elemento decorativo en Ezcaray, una pequeña localidad riojana que durante el invierno multiplica su población a causa del turismo vinculado al esquí. Los hayedos y pinares de la Sierra de La Demanda que rodean la localidad se ven cubiertos de una espesa capa de nieve, la misma que enfría la argolla del Fuero en la Plaza de la Verdura, visita obligada para quienes llegan por primera vez al municipio. Ya sea por el entorno o el casco antiguo, los paseos despiertan los apetitos de los afortunados turistas, que pueden encontrar en bares y tabernas el lugar adecuado para saciarnos. Mención especial merece ‘El Portal de Echaurren’, donde Francis Paniego despliega todo el potencial gastronómico de la comarca en platos que han elevado al restaurante hasta los 3 Soles Guía Repsol.
Jaca es uno de los destinos invernales por antonomasia de todo el pirineo de Huesca. Su legado histórico, que se remonta antes de llegar a ser la primera capital del reino de Aragón, ha plagado el municipio de cultura durante siglos, un carácter que llegó a enamorar a la escritora Edith Wharton. Como ineludible, a pesar de los escasos kilómetros de separación con respecto al núcleo urbano, la visita al Monasterio de San Juan de la Peña y las iglesias de Santa Cruz de la Serós, tesoros del románico que encandilan a primera vista.
Esta riqueza arquitectónica es la que también atrae a los turistas invernales al valle de Boí. En concreto sus nueve templos románicos casi milenarios que se han conservado hasta nuestros días, unos supervivientes de valor incalculable que llevaron a la Unesco a declararlos Patrimonio de la Humanidad. La escapada más interesante es la que comienza en Barruera, cabeza del valle, y llega a Taüll, descubriendo las particularidades de unos pueblos que trasladan al medievo.
Para los capitalinos deseosos de dar un paseo urbano entre la nieve, Rascafría es la mejor referencia. Es importante estar atento a la previsión meteorológica para que la visita coincida con una buena nevada, así se podrá recorrer el paseo que lleva hasta el Monasterio de Santa María del Paular, la primera cartuja de Castilla, como corresponde a una localidad serrana, o visitar su Bosque Finlandés como si se estuviese en el país nórdico.
La provincia de Málaga está inevitablemente ligada a la imagen de turismo de sol y playa, sin embargo, sus montañas cuentan con algunas de las mejores rutas para recorrer en invierno. La Sierra de las Nieves hace honor a su nombre durante gran parte de los meses fríos y la subida al pico del Torrecilla, a 1.919 metros de altura, supone un auténtico reto incluso para los senderistas más experimentados, que disfrutan de estos esforzados paseos entre uno de los últimos reductos del pinsapo en España. Del mismo modo, la Sierra de Tejada acoge otro desafío aún más imponente: La Maroma. Se trata del monte más alto de Málaga, ubicado en la comarca de la Axarquía, y para su alcanzarlo es necesario contar una buena condición física y el equipo adecuado, unos condicionantes que deben suponer un aliciente más que un impedimento, ya que la panorámica desde aquí es más bellas de Andalucía.
De nieve y frío también presume el Principado de Asturias, un territorio idóneo para calzarse las botas o las raquetas de nieve para ascender a puertos como el de Tarna o el de las Señales, este ya fronterizo con la provincia de León. Más al sur, en Soria, la Laguna Negra se convierte en la joya de la corona glaciar que son los Picos de Urbión, un entorno idílico que durante el invierno se convierte en una cruzada para quienes caminan entre sus nieves. Por algo el noventayochista ambientó La Tierra de Alvargonzález entre estas montañas.
La Comunidad de Madrid, por su parte, tiene en la Sierra de Guadarrama su particular oasis para la nieve y en la Peña del Cuervo una de sus mecas. La ruta hasta llegar al mirador exige un esfuerzo moderado que, en caso de nevada reciente, puede aumentar. Se trata de una especie de delegación pirenaica donde el viento puede azotar con fuerza, creando unas peculiares formas en los pinos, llenando los pulmones de aire limpio. Toda una experiencia de alta montaña a escasos kilómetros de la capital.
¿Quién no ha deseado alguna vez sentirse como un esquimal en su iglú? En el Valle de Tena parece abrirse una ventana al ártico de la mano de TenaPark, una empresa de turismo activo que muestra cómo construir estos refugios al estilo inuit. En poco más de una hora, grandes y pequeños construyen estas moradas heladas con la guía de los monitores, sintiéndose como un miembro más de este pueblo norteamericano. Y no solo eso, aquí también se puede practicar el mushing, o lo que es lo mismo, dar un paseo en un trineo tirado por perros al más puro estilo Balto. Se trata de una actividad ideal para realizar en familia ya que se está en pleno contacto con la naturaleza y en compañía del grupo de perros, una combinación ganadora si se quiere conquistar a los peques de la familia.
El esquí, el más clásico de los deportes de invierno, cuenta con decenas de estaciones diseminadas por todo el territorio. No hay excusa para no alquilar un forfait y descender surcando la nieve mientras se mejora la técnica o se demuestran las habilidades más vistosas. Los esquiadores más avezados vieron como sus ansias se vieron coartadas durante la pandemia y, como demostraron la temporada pasada, su afición no ha hecho más que crecer. Además, en caso de no ser aficionado a los descensos a toda velocidad, muchas estaciones cuentan con actividades alternativas con las que disfrutar de esos centímetros de nieve que esperan sus dosis de visitantes.
Una de las que ha conseguido mayor popularidad son las ruta sobre raquetas de nieve. De hecho se ha llegado a celebrar un campeonato del mundo en España. Aquellos que quieran iniciarse en este deporte invernal, tienen en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama un enclave estupendo. Gracias a MontNature se pueden descubrir estos bosques de una forma totalmente diferente, descubriendo el papel fundamental que ejercen las nevadas en el ecosistema y, de paso, practicar una buena sesión de ejercicio.
Hay quien elige disfrutar de sus vacaciones más largas en lugares en los que la nieve acapara el protagonismo. Ya sea para una estancia duradera o una escapada de fin de semana, lo cierto es que en España hay hoteles aptos para todos los perfiles y bolsillos. Como paradigma de alojamiento pensado para el relax y la desconexión asoma el ‘Hotel Balneario de Panticosa’, un complejo en el que disfrutar del Pirineo oscense está garantizado en todas sus formas. Sus diferentes propuestas de alojamiento permiten escoger el hotel como base de operaciones para recorrer el entorno o descansar en sus instalaciones mientras la nieve se acumula tras la ventana, un espectáculo natural que aumenta el confort si se produce con el cuerpo sumergido en las aguas termales del balneario. Además, cuentan con diferentes actividades para niños, asegurando una estancia memorable para toda la familia.
En línea con el espíritu de la desconexión en plena naturaleza, el valle que discurre entre las sierras de Serrella y Aitana cobija el ‘Hotel Carrasqueta’, un hotel-boutique de siete habitaciones en el que disfrutar del interior de Alicante. Además de un entorno idílico en el que el silencio solo se ve roto por el canto de los pájaros, el entorno ofrece la posibilidad de descubrir la poco conocida montaña alicantina a través de las múltiples rutas senderistas y el valor histórico del famoso Pou de la Neu del Surdo, un pozo de nieve del siglo XIX que permitía almacenar hielo en una época en la que la tecnología y el clima de la comarca eran factores a combatir. Además, su cercanía a Jijona es todo un atractivo para pasear y degustar una de las localidades más golosas del país.
En el polo opuesto y especialmente dedicado a los más deportistas se sitúa el ‘Refugio Cap de Llauset’, un espacio de convivencia para aquellos que no dudan en echarse al monte para enfrentarse a la belleza natural del Parque Natural Posets-Maladeta. Hasta estos 2.425 metros solo se acercan los más aventureros durante el invierno, pero la expedición nival está garantizada en este entorno de alta montaña donde la ruta que discurre por el embalse de Llauset brinda una estampa glacial.
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