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El dinero del indiano balmasedano Juan de la Piedra y Verástegui hizo posible la construcción del convento de Santa Clara en la segunda mitad del siglo XVII. Situado estratégicamente en la salida de Balmaseda hacia Burgos, este conjunto arquitectónico acogió a las monjas de clausura de la orden clarisa desde 1666 hasta los años 80 del siglo XX. Luego los destinos de sus edificios fueron tomando caminos diferentes. Así, el convento propiamente dicho se convirtió en el hostal que es en la actualidad; la Preceptoría de Gramática, también conocida como Cátedra de latinidad, pasó a albergar viviendas de particulares y la hermosa iglesia de fachada barroca, después de ser debidamente desacralizada, se transformó en el Centro de Interpretación de la Pasión Viviente de Balmaseda. Y ¿qué se puede ver dentro de este antiguo templo, además de los atuendos y objetos que llevan los protagonistas de la dramatización de la Pasión de Cristo? Para empezar, su interior de una sola nave con planta de crucero y ábside rectangular, luego los bellísimos pasos procesionales de la Semana Santa y, si esto no fuera suficiente, cinco retablos de los siglos XVII y XVIII que constituyen un conjunto de auténticos tesoro del arte sacro.
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